Pacientes con covid persistente, los grandes olvidados de la pandemia

Palma

Han pasado cuatro años desde este momento. El presidente del Gobierno anunciaba la declaración del estado de alarma en España para hacer frente al coronavirus. Fueron semanas de encierro en casa, de calles vacías, incertidumbre y miedo para muchos. Lo que hoy es una enfermedad que, gracias a las vacunas, afecta de forma leve a la gran mayoría de la población, entonces azotaba con fuerza a quienes la contraían. Y desgraciadamente, a muchos el coronavirus les cambió la vida.

Es el caso de Maribel Sureda, trabajadora social de 51 años diagnosticada con covid persistente y presidenta de la Asociación Balear de Afectados por esta enfermedad. Contrajo el covid hace dos años. El siete de marzo de 2022 fue diagnosticada y ahí cambió su vida de forma radical. El covid le dejó como secuelas una fatiga crónica, un problema de sensibilidad y visión doble, que se trata para intentar mejorar su calidad de vida ya que los especialistas no saben si volverá a recuperar la visión que tenía antes de pasar por la enfermedad. Sureda lamenta que su vida ha cambiado de forma radical y no ha pasado un día bueno desde ese siete de marzo. No puede viajar, tiene que andar ayudándose de un caminador o un bastón y tiene dolores musculares a diario. Una situación que también afecta de lleno a quienes la rodean.

Para Sureda, uno de los principales obstáculos de los enfermos de covid persistente es la falta de homogeneidad en la manera de afrontar la enfermedad. No hay información entre los sanitarios y muchos casos todo depende del médico que te atienda. Reclama una campaña para que los médicos codifiquen la enfemedad como tal. Y es que a día de hoy, ni siquiera saben el número de pacientes que la sufren en las islas.

Magdalena Siquier es otra paciente afectada por covid persistente. Contrajo la enfermedad en octubre de 2020 y desde entonces ha arrastrado problemas para respirar. En enero de 2021 le hablaron por primera vez del covid persistente, que también le ha provocado problemas dermatológicos. Trabaja como maestra de escuela en Sa Pobla y ha tenido que estar casi un año de baja por culpa de las secuelas.

Han tenido que adaptar su puesto de trabajo, quitándole las guardias del patio o las salidas escolares con los alumnos. Con un micrófono puede dar cases, pero el resto de su rutina le consume toda su energía.