Sojorn: el refugio en Palma ante la crisis de la vivienda
Familias con hijos, personas mayores y quienes han perdido su empleo encuentran apoyo en la residencia del barrio Rafal Vell
Reportaje Sojorn sobre la crisis de la vivienda
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Palma
Liz, Amelia y Manuel son tres de las más de 800 personas que las entidades sociales como Càritas, La Sapiència o Sojorn prestaron sus servicios a lo largo del pasado año. Todos ellos residen actualmente en la residencia en Palma Sojorn, en la Parroquia de la Mare de Déu de Montserrat, en el barrio del Rafal Vell.
Actualmente, las instalaciones ya cuentan con diez familias, con una docena de niños. Incluso una pareja muy joven con un bebé de tres meses. Están reformando los baños para poder acoger a personas con movilidad reducida y tener también una cocina más grande. En las habitaciones duermen en literas familias de cuatro miembros. Pagan una cantidad simbólica, entre 50, 100 o 150 euros mensuales. Cocinan, limpian y ayudan incluso en las tareas diarias. Muchos tienen un trabajo, pero no pueden permitirse un piso de alquiler y no les alquilan una habitación compartida porque tienen hijos.
Es el caso de Liz. Vino de Colombia a Mallorca después de conocer a su pareja. Ahora tienen una hija de 6 años. Antes de la pandemia, ambos tenían un trabajo y vivían de alquiler. Se dio la casualidad que tuvieron que abandonar el piso y se quedaron sin empleo.
Desde el pasado mes de marzo los servicios sociales les derivaron a la residencia Sojorn. Ahora ella ha comenzado a trabajar, cobra 1.100 euros, y su pareja, con una discapacidad visual, recibe algo más de 400 euros. No pierden la esperanza para poder encontrar un hogar.
Otro caso. Amelia ha trabajado de contable y con enfermos de Alzheimer. Ahora, a sus 72 años, regresó hace dos meses de Argentina. Se había ido a vivir allí su jubilación con una pensión de viudedad de 830 euros. Tenía un apartamento alquilado y podía incluso viajar. Sin embargo, sufre de una afección en el corazón y necesita estar acompañada.
Una voz más, la de Manuel. Tiene 58 años y ha trabajo de jardinero, en la construcción o de cocinero. Antes de la pandemia vivía en una habitación de alquiler en Inca por la que pagaba 350 euros. Se quedó sin trabajo y se tuvo que marchar allí. Se le terminó el paro y ahora cobra una ayuda de 480 euros. Su familia se vino de Granada a Mallorca en los años sesenta. Reconoce que es muy difícil encontrar un empleo a su edad.
Todos confían en poder salir adelante para que otras personas puedan alojarse en la residencia.
