Crisis habitacional en Mallorca: voces de Càritas denuncian la exclusión residencial severa
Personas de diversas edades y circunstancias luchan por encontrar un techo mientras sobreviven con ingresos mínimos en albergues, viviendas okupadas o tiendas de campaña, en una realidad que afecta incluso a quienes tienen empleo
Reportaje sobre la vivienda con Càritas Mallorca
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Palma
Rosa, Pedro, Miguel, Hassan y Liz. Son voces de usuarios de Càritas Mallorca. Algunos de ellos han estado viviendo en la calle y ahora duermen en un albergue, y otros continúan residiendo en tiendas de campaña o en viviendas okupadas. Son personas que por diversas circunstancias sufren la exclusión residencial severa. Sus ingresos, principalmente de ayudas, unos 600 euros al mes, les impide alquilar una habitación.
Rosa tiene 51 años, recibe una prestación de 600 euros. Ha trabajado en el sector de la limpieza. Llegó a vivir en un piso abandonado en una tienda de campaña. Tuvo problemas con el alcohol y las drogas, y ahora quiere empezar de cero.
A sus 61 años, Pedro acumula un largo historial médico con dos infartos y cáncer de piel. Cobra una pensión de 600 euros y vive en el albergue de Inca. No pierde la esperanza y confía en poder tener un empleo para seguir a adelante.
Este jueves Miguel cumple 69 años. Vive en un piso okupado y acude a diario a la residencia de Càritas de Inca a comer y a asearse. Tras haber trabajado toda su vida en la construcción. Ha pasado por una larga lista de albergues y residencias sociales y ha dejado atrás sus adicciones al alcohol y a las drogas.
Hassan vino hace una década de Marruecos. Acabó pisando la cárcel por problemas psicológicos con las drogas y el alcohol. Ahora tiene un trabajo social de cuatro horas en un taller de reparación de bicicletas por el que recibe unos 240 euros al mes. Lleva tres meses en la residencia de Càritas y agradece que le hayan abierto las puertas.
Liz vino de Colombia a Mallorca después de conocer a su pareja. Con ella hablamos la semana pasada cuando visitamos la residencia Sojorn en Palma. Este miércoles ha sido la encargada de leer un manifiesto de Càritas sobre las personas sin hogar. Tienen una hija de 6 años y antes de la pandemia, ambos tenían un trabajo y vivían de alquiler. Tuvieron que abandonar el piso y se quedaron sin empleo. Ella trabaja en un centro comercial y cobra algo más de mil euros, y su pareja, con una discapacidad visual, recibe algo más de 400 euros. Lamenta las dificultades a la hora de conseguir una vivienda de alquiler.
La crisis habitacional no solo afecta a las personas sin hogar o que no tienen un empleo. Ana tiene 26 años, es educadora social y trabaja desde enero en Càritas. Vino desde Córdoba en busca de una nueva salida laboral. Paga 550 euros por una habitación en Inca. Reconoce que los altos precios de la vivienda afectan a todos.