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La soledad a veces da y a veces quita

El 40% de los mayores en Baleares padecen la soledad indeseada

Entrega de cartas de los alumnos del programa INCLU-IES en la residencia de mayores Sagrado Corazón de Cuenca. / Paco

Sentirse solo en un mundo que va rápido es una sensación sofocante, y más cuando, bajo el parasol de la edad, te das cuenta de que, si lo estás, no es por decisión propia. Puede haber muchos factores, desde la desconexión familiar, o los turnos abusivos que no te dejan cuidar de tus mayores. Este es el caso de Jaenet Gallali, de 90 años. Ella está sola, no porque así lo hayan decidido sus hijos o por decisión propia, sino porque, sus empleos a veces ahogan a las familia. La alternativa: buscar acompañamiento cuando los tuyos no pueden dártelo.

Jaenet expresa que comenzó a buscar acompañamiento cuando su marido empezó a sufrir un deterioro en su memoria. "Esto nos ayudaba, porque él hacía tareas que lo ayudaban con el desgaste. Y ahora soy yo la que hago tareas".

Uno de cada cinco españoles sufre de soledad no deseada y el 40% de los mayores en Baleares la padecen según un estudio del Hospital San Juan de Dios. Un fenómeno que cada vez está más presente entre nosotros, y que en ocasiones acaba con ese entusiasmo característico de la gente de antaño, de aquellas personas mayores que, de jóvenes, llenaban las plazas del pueblo con bailes y cantos.

Hoy en día, la situación es algo diferente, los bailes se paran, la gente se va y las que quedan, mayoritariamente mujeres, viven y sienten la desconexión y el abandono. Las personas que sufren una situación de este tipo se exponen a riesgos en su salud de ello nos habla claramente la Doctora Margarita Viñuela, responsable de Geriatría del Hospital San Juan de Dios. "La soledad no deseada es una lacra, porque no es lo mismo estar solo queriendo que sin quererlo" expresa, en cuanto a los riesgos hay varios, desde enfermedades cardiovasculares, depresión, ansiedad y deterioro cognitivo. También, según Viñuela, este tipo de soledad puede elevar la tasa de mortalidad en quien la sufre.

El corazón y la mente pueden ir a la par, sobre todo cuándo encuentras la profesión adecuada, como es el caso de Emilia Fernández, voluntaria en Enrédate de Cruz Roja, nos cuenta que ella inició desde la vocación más pura tras ver la soledad con sus propios ojos. "Empecé a ver mucha soledad, mucha gente sola, al final yo trabajo de cara al público y cuando venían a pedir información, terminaban quedándose durante una hora", confiesa Emilia. Su motivación fue clara, quería "me apetecía hacer acompañamiento", dice, "sentir empatía y acompañar a toda esa gente".

El acompañamiento no es solo necesario para las personas que enfrentan soledad, sino que, tras crear un vínculo, se genera un sentimiento y una conexión entre usuario y cuidador. Por eso, cuando le preguntamos a Emilia qué sentimiento le genera acompañar a personas en estos casos nos termina respondiendo con "plenitud".

"Nos hemos entendido mucho, yo aprendo mucho de ella, nos escuchamos... Es una persona maravillosa y estoy haciendo algo que me llena muchísimo", expresa Emilia con mucho cariño.

La soledad no es algo permanente, siempre gracias a personas que ponen su esfuerzo, tiempo y cariño para poder hacerlo posible. Desde los acompañantes, hasta los mismos ancianos, que entienden que deben esforzarse por su autonomía. Porque al final del día, muchos tienen el mismo deseo que Jaenet expresa con claridad, "quiero seguir siendo yo la que me gobierne".

Es el objetivo que tenemos todos, en mayor o menos medida: ser vistos, ser nosotros y disfrutar de la vida con los que queremos.