"Las pantallas, incluso con un uso bajo, afectan al sueño y la salud mental de los menores"
La tesis de la UIB de Marta Bedmar concluye que los niños con TDA y TEA son los más vulnerables al impacto de los dispositivos digitales y alerta dela necesidad de fijar límites claros en su uso

Marta Bedmar. Autora de la tesis

Palma
Los menores con Trastorno por Déficit de Atención (TDA) y con Trastorno del Espectro Autista (TEA) son los más vulnerables a los efectos de las pantallas. Y no solo importa el tiempo que pasan frente a ellas, sino también el impacto que tienen en su desarrollo y en su salud mental. Así lo revela la tesis doctoral defendida en la Universitat de les Illes Balears por Marta Bedmar, que advierte de un aumento de la ansiedad, problemas de sueño y alteraciones de conducta asociados a su uso.
El trabajo, iniciado en 2019 y marcado por el confinamiento como momento de estudio excepcional, analiza el comportamiento de niños de entre 2 y 15 años. La investigación compara a menores sin patologías con otros que presentan TDA, TEA o cuadros de ansiedad. Según Bedmar, “hay una especial relación de las pantallas, el sueño y la psicopatología que afecta a la calidad de vida. Hay una relación incluso cuando el uso de pantallas es bajo. Es muy relevante qué contenido usan; no es lo mismo ver una película en familia que estar solo viendo TikTok durante tres horas”.
El estudio también pone el foco en cómo las redes sociales y las plataformas digitales están diseñadas para maximizar el tiempo de uso, lo que repercute directamente en el rendimiento escolar y en el bienestar físico y psicológico. En palabras de la investigadora: “Ahora mismo están prohibidos los móviles en las aulas, pero siguen siendo un problema. Muchos niños los usan por la noche y entonces disminuye mucho su rendimiento académico porque no han dormido bien. Eso es un problema de salud”.
Ante esta situación, la tesis plantea la necesidad de establecer límites claros: cuándo, qué tipo de contenido y a partir de qué edad se debe permitir el acceso a una pantalla. Bedmar propone un cambio de enfoque, preguntarse siempre “para qué se va a dar esta pantalla”. Como alternativa, destaca el poder de la lectura compartida con los padres desde edades tempranas, un hábito que “mejora la relación, potencia el desarrollo de la inteligencia y refuerza la salud emocional de los niños”.




