Projecte Home. Capítulo 8. Compras compulsivas
El lado oscuro del consumo

Projecte Home. Capítulo 8. Compras compulsivas
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Maó
El 28 de noviembre, fecha marcada por el Black Friday, se convierte en un símbolo del consumo masivo. Ofertas, descuentos y mensajes publicitarios nos invitan a gastar sin freno, pero detrás de esta cultura de consumo se esconde una realidad preocupante: las compras compulsivas, una adicción menos visible que otras, pero igual de dañina para quienes la padecen.
El impulso incontrolable de adquirir objetos, muchas veces innecesarios, genera un alivio inmediato que pronto se transforma en culpa, ansiedad y vergüenza. Así comienza un ciclo difícil de romper que puede afectar a todos los ámbitos de la vida: económico, emocional, social y laboral. Entender las consecuencias de este trastorno es fundamental para visibilizarlo y promover la búsqueda de ayuda.
Consecuencias económicas y emocionales
Las repercusiones más evidentes de las compras compulsivas son de carácter económico. El uso excesivo de tarjetas de crédito, el endeudamiento constante y, en casos extremos, la bancarrota, son parte de un deterioro financiero que compromete no solo la estabilidad personal, sino también la familiar.
Pero el impacto va más allá de lo material. En el plano emocional, la persona afectada suele experimentar una montaña rusa de sensaciones: satisfacción y alivio inmediato tras la compra, seguidos de culpa, ansiedad y baja autoestima. La sensación de fracaso al no poder controlar el impulso erosiona la confianza en uno mismo y puede derivar en depresión.
Este desequilibrio emocional se convierte en un detonante para nuevas compras, que buscan tapar el malestar pero solo refuerzan el ciclo adictivo.
Impacto social, familiar y laboral
Las consecuencias se extienden al ámbito social y familiar. Para ocultar el problema, la persona con adicción suele recurrir a mentiras o engaños, lo que deteriora la confianza con sus seres queridos. La acumulación de discusiones por el dinero, la falta de atención a la vida familiar y el aislamiento social terminan debilitando gravemente los vínculos más cercanos.
En el trabajo o en los estudios, la adicción también deja huella. La preocupación constante por comprar, sumada al estrés de las deudas y al malestar emocional, se traduce en un bajo rendimiento, pérdida de concentración y desinterés generalizado. En consecuencia, la calidad de vida se ve mermada en todos sus aspectos.
Este trastorno, a menudo invisible para la sociedad, puede tener el mismo nivel de gravedad que otras adicciones más reconocidas. La diferencia es que el acto de comprar está socialmente aceptado e incluso fomentado, lo que dificulta que se identifique como un problema.
El ciclo de la compra compulsiva
Las compras compulsivas siguen un patrón repetitivo que refuerza la adicción. El proceso suele comenzar con la necesidad de escapar de emociones negativas, como tristeza, angustia o vacío. Comprar actúa como una válvula de escape, proporcionando un alivio temporal.
Con el tiempo, ese alivio se vuelve insuficiente y aparece una especie de tolerancia: la persona necesita comprar con más frecuencia o adquirir productos de mayor valor para obtener la misma sensación. Paralelamente, surge la justificación y negación: para calmar la disonancia entre los impulsos y las consecuencias negativas, se recurre a nuevas compras como forma de autoengaño.
Este círculo vicioso es lo que hace tan difícil romper con la adicción. El acto de comprar no soluciona los problemas emocionales de fondo y, en cambio, agrava la situación en todos los niveles.
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Luis Soler
Desde los 14 años está en antena. Lo que empezó como un juego se convirtió en una pasión. Sus estudios...




