La Monarquía y el tabú de criticarla
Santa Cruz de Tenerife
Hubo un tiempo, no lejano, en que no se podía criticar a la Monarquía. Los primeros años de Democracia transcurrieron en España con una censura encubierta sobre el Rey Juan Carlos, y su laxo concepto de la ética. No se podía hablar de sus amoríos, pese a que eran vox populi; ni de sus negocios más allá de sus responsabilidades como jefe de Estado.
Los periodistas, como el resto de fuerzas vivas de la sociedad española, aceptamos ese estado de la cuestión sin rechistar. Muchos nos formamos, de hecho, con la confusa contradicción, y malestar, de aceptar no hablar de él más que para elogiarlo y saber que eso no casaba con la información que circulaba por las redacciones. Ni con un Estado realmente democrático. Han pasado décadas y el monarca es hoy pasto de memes y programas basura, además de objeto de no pocas causas judiciales.
Este sábado tendrá lugar una elección simbólica sobre el modelo de Estado que prefieren los españoles: Monarquía o República. Su mayor valor es romper con el que sigue siendo el gran tabú de este país: no mentar la soga en casa del ahorcado. Pero Monarquía y Democracia no son términos indisolubles, por mucho que PP y PSOE (pese a su corriente crítica) se empeñen en hacérnoslo creer. Como nos hicieron creer que criticar al Rey minaba el sistema; cuando lo que lo minaba era, precisamente, no hacerlo.

Marta Cantero
He trabajado en diversos medios de comunicación de las Islas, tanto en Gran Canaria como en Tenerife,...




