Jubilados, prejubilados y pensiones

Santa Cruz de Tenerife

De las consignas que todavía se corean, una de mis preferidas es la de "gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden".

Me gusta por su equivalencia a independencia y porque deja claro que por encima de cualquier interés partidista prima la defensa del objetivo marcado.

Me acuerdo de la frase que proclaman los pensionistas, porque hace unos días, asistí como testigo de una conversación en la que uno de los intervinientes se descolgó con la afirmación de que "los viejos son los mejor que están".

El sujeto en cuestión argumentaba que ese sólido bienestar de los mayores viene dado porque cobran puntualmente y porque sus prestaciones económicas están por encima de los salarios que perciben la mayoría de los jóvenes.

A tan ilustrado personaje se le olvida que la pensión media contributiva que reciben los titulares de las mismas está situada en torno a los 770 euros, cantidad muy por debajo del salario mínimo interprofesional.

También en su saco del olvido cayó el dato de que esos pensionistas se han convertido desde la crisis del 2008 en soportes fundamentales de la red asistencial familiar que sigue sin conocer tregua económica hasta las fechas actuales.

De los recortes, del copago sanitario sufrido durante los tiempos de la gaviota tampoco se acordó, pero no deja de ser cierto que resulta anómalo que en un país los jóvenes se deslomen en los trabajos con salarios que son un agravio respecto a los niveles retributivos de un determinado sector de los pensionistas.

Esta última cuestión es una de las que generan mayor debate entre numerosos economistas, pero establecer comparaciones en tono de reproche respecto a los jubilados con pensiones contributivas es un error que viene a certificar la pérdida de valores que prima en los tiempos actuales.

Además, ese presunto bienestar de estos pensionistas, al margen de obviar años de esfuerzo por parte de los mismos, omite el estado de vigilancia permanente de sus derechos que realiza este sector de la población, que vive en guardia ante la amenaza de un cambio de criterio económico por parte de futuros gobiernos o por imposiciones de la Unión Europea al Gobierno español. Ello sin olvidar la incertidumbre permanente que sobrevuela de endurecimiento de las exigencias que rodean al acceso de la condición de pensionistas que, ante tanto rumor negativo, ha propiciado que muchos trabajadores en la recta final de sus vidas laborales, hayan anticipado el tiempo de sus pases a la condición de prejubilados como se les denomina popularmente.

Todo esto sin mentar a los perceptores de la pensiones no contributivas que se eternizan a la espera de las ayudas complementarias anunciadas a bombo y platillo.

Qué fácil resulta descargar discriminación sobre una generación que se ha deslomado trabajando, y qué gran estupidez  es la de distinguir entre privilegiados y fastidiados cuando ambas partes forman parte embolsada de este saco en el que entran los mismos de siempre, que son los que pagan el  pato de la crisis mientras los ricos son más ricos.

Gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden.