Sobre los resultados en Andalucía
Santa Cruz de Tenerife
La crispación política y polarización partidaria en España ha convertido las elecciones andaluzas en una suerte de examen preelectoral de las políticas de Pedro Sánchez y de su propia figura como dirigente. La contundencia de la victoria del PP, con una sobrada mayoría absoluta, tiene sin duda una evidente lectura nacional y marca una tendencia que va a condicionar poderosamente la política española de lo que queda de legislatura. Sánchez va a tener que pasar a la defensiva, y su gobierno queda tocado, especialmente en su apuesta más radical. La alianza del sanchismo con Podemos, y su entrega a políticas hiperideologizadas, propagandísticas, y en muchos casos huecas y sin más sentido que el de lograr el aplauso de una minoría militante, ha pasado factura a la izquierda. Es eso lo que ha provocado una avalancha de votos hacia el nuevo PP ‘moderado’ de Feijoo, que ha logrado, lo que parecía imposible: la mayoría absoluta para Juanma Moreno y la contención de la ultraderecha: aun pasando Vox a convertirse en el tercer partido de Andalucía, sólo ha sumado un tres y medio por ciento de votos más. La campaña histriónica hasta el esperpento de Macarena Olona algo puede haber tenido que ver. El frenazo a Vox –que apuntaba maneras de convertirse en futura alternativa al PP- es una extraordinaria noticia para la política española y europea.
Otra obvia lectura de los resultados es que el cuerpo electoral está harto de la confusión y cacofonía partidaria de estos últimos años. Entre el PP y el PSOE concentran con casi el 67 por ciento, las dos terceras partes del voto emitido. El PP, con el 43 por ciento del sufragio emitido, recoge y convierte en útil para el cambio todo el voto de Ciudadanos, castigado por su errática política nacional, y el PSOE –que pierde un diez por ciento de sus propios votos- escapa al hundimiento general de la izquierda recibiendo probablemente parte de los votos que pierde Adelante Andalucía, que se queda con solo una cuarta parte de los que tuvo en 2018. El derrumbe global de los partidos de izquierda, con apenas un 36 por ciento del voto emitido, confirma el final de la hegemonía socialista en Andalucía. Sánchez ha perdido en apenas cuatro años de gobierno el apoyo histórico de la región donde el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra se convirtió en la mayor maquinaria política y electoral del socialismo español.




