El fracaso escolar sí entiende de clases sociales: "¿Cómo vas a pedirle más a un niño con una mala situación en casa?"
Un director de Güímar relata cómo los colegios se han convertido en amortiguadores de la pobreza
Santa Cruz de Tenerife
El fracaso escolar sí está reñido con las clases sociales. De hecho, los alumnos de hogares con rentas bajas tienen más dificultades para avanzar hacia el éxito educativo según un estudio del Centro de Políticas Económicas de la institución académica Esade. Ejemplo de ello es que los niños de 9 años de familias pudientes tienen un nivel formativo dos cursos por delante de los niños de familias con escasos recursos.
Se trata de una cruda realidad de la que da fe Jesús Montañés, director del Centro de Educación Infantil y Primaria Julián Zafra. El colegio se sitúa en el barrio de Fátima, en Güímar. En sus propias palabras, "un barrio en el que la economía es bastante precaria". En ocasiones, esto se traduce en peores rendimientos académicos que requieren de todo un ejercicio de empatía. "Cuando son las sesiones de evaluación y me dicen: "a este niño lo veo flojito...". Pienso en la situación que tienen en casa. ¿Cómo vas a pedirle más a un niño que tiene una mala situación en casa?", señala.
Pese a las adversidades, Montañés contagia al hablar un poso de esperanza y constancia por mejorar la situación de los alumnos: "Intentamos abrirles puertas mentales. Hay más vida. Hay más posibilidades. Hacerles ver que no solo está Fátima, Güímar, Tenerife... Hay más vida. Pueden disfrutar de muchas otras cosas y cualquier persona puede llegar a ser lo que quiera". Para eso, para abrir puertas mentales y para servir como trampolín a los alumnos con dificultades, tanto el director y el consistorio local hacen absolutos malabares. Por ejemplo, con las clases particulares que están fuera del alcance de muchos hogares. "Tenemos al ayuntamiento, que da un servicio de refuerzo. Se hacen grupos de diferentes barrios del municipio y, al menos dos veces por semana, se establecen unas clases de refuerzo para los niños que realmente lo necesitan".
Sin embargo, la precariedad de las familias no solo lastra el avance educativo de los hijos. También se traduce en una manifestación diaria de carencias. La cara más dura la muestran los pequeños con inseguridad alimentaria: "Entramos a las ocho y media y antes de las nueve posiblemente tenemos un niño o dos niños a los que bajan las maestras a secretaría porque no han desayunado. Gracias a que tenemos un comedor de gestión propia. Es la joya de la corona. Los bajamos al comedor y les damos leche con gofio, un cola-cao, galletas, lo que sea", destaca Montañés. Sin embargo, ayudar no siempre está al alcance de su mano, y es que según explica, "los pequeños sí son claros y te lo dicen, pero a los más grandes les da vergüenza". Lo bueno, insiste, es que "ya los conoces" y sabes que "muchas veces no traen nada en el desayuno de media mañana".
En el caso de este centro, la escasez puede ser remediada muchas veces por los servicios sociales municipales y por la asociación de madres y padres, que "se le da una subvención y se dedica, exclusivamente, a hacer bocadillos de jamón y queso dos veces por semana". También suma la gratuidad de los comedores escolares que facilita la consejería de Educación a las familias vulnerables. Los datos de este colegio resultan elocuentes por sí mismos, y es que de 150 comensales que tienen, 76 son de cuota cero. Es decir, están exentos de pagar pese a que la cuota máxima del servicio apenas supera los 50 euros.