Vuelta al 36
El comentaio de Juan Carlos Castañeda
El comentario de Juan Carlos Castañeda: Vuelta al 36
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Santa Cruz de Tenerife
No es la primera vez que lo digo, porque siempre he estado convencido de que nunca se fueron, y de que han permanecido a la sombra de la democracia, en algunos casos por imperativo legal. Pero lo cierto es que, demoscopia aparte, la ultraderecha se ha venido arriba, se ha quitado la careta y ya no solo tararea el ‘Montañas nevadas’, sino que en un acto público, según su concepto patriótico, actúa un grupo que se atreve a cantar "volveremos al 36".
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Yo no voy a hacerme el sorprendido, porque siempre he estado convencido de que el fascismo de este país no estaba muerto, sino en un estado de hibernación del que ha ido despertando gracias a los errores cometidos por el abuso de conductas impropias protagonizadas por los perenquenes que, sin cualificación alguna, han vivido y viven colgados de las paredes y techumbres de los distintos partidos políticos. La corrupción, el amiguismo y el compadreo han sido un magnífico caldo de cultivo para la operación retorno de la ultraderecha, crecida además por el viento a su favor de las dos crisis económicas seguidas que le han vaciado los bolsillos a la mayoría de la gente.
Pues nada, gracias a unos y a otros, en un escenario con luces psicodélicas, sus muchachos tienen el desparpajo de cantar “volveremos al 36” y, curiosamente, la frase escuchada la entonan días después de ser aprobada en el Senado la ley de memoria democrática. Al paso que vamos, volverá a sonreír la primavera y en las cunetas se depositarán en un futuro flores en recuerdo de los desaparecidos.
Empiecen a depurar ya a los enemigos de la democracia con la legislación que sea necesaria si no quieren despertarse un día recias las filas. Por lo menos, me queda el consuelo de que el monumento de Las Raíces ya no existe, satisfacción que convive con el desprecio que siento por los políticos que mediante diversos ardides siguen apostando por el mantenimiento de la simbología franquista. Seguro que en más de un armario de ciertos demócratas sigue colgada una camisa azul con el cangrejo en el pecho, que ya se sabe que para algunos la vida es puro carnaval.