Sobre el abandono de los mayores
El Enfoque de Francisco Pomares
El Enfoque de Francisco Pomares
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Santa Cruz de Tenerife
Son 330 las personas mayores que ocupan plazas hospitalarias habiendo sido ya dados de alta, una situación irregular, que en la mayor parte de los casos, y con trémula indignación, se atribuye al abandono de los ancianos por parte de sus familias. Y es verdad que existen casos de abandono doloso, de egoísmo por parte de hijos desagradecidos, pero la mayoría de las situaciones no responden a ese patrón, no se producen por falta de interés o desapego familiar. Muchos de los que ocupan camas de agudos, son ancianos con un alto grado de Dependencia no reconocido por la Consejería, a pesar de haber transcurrido años desde que fue cursada la petición de ayuda. Y supongo que muchas familias se sienten estafadas por la incompetencia de la Administración para cumplir sus compromisos en materia de Dependencia y optan por dejar a cargo del sistema sanitario a sus mayores.
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La escasez de plazas residenciales tampoco ayuda mucho, y hay también casos de personas que no tienen familia, que se encuentran bajo la tutela del propio Gobierno, también incapaz de trasladar a todos los mayores dados de alta a Residencias. Canarias no es Navarra, donde uno encuentra una residencia de mayores en cada manzana. Aquí, cuando se produjeron las grandes inversiones públicas en las décadas de los ochenta y noventa, la población era muy joven, y los alcaldes preferían meter dinero en estadios y centros deportivos antes que en residencias de mayores. En cada barrio de Canarias hay campitos de fútbol y polideportivo, pero nadie pensó que llegaría un momento en el que la población envejecería.
Canarias sufre desde hace décadas una carencia enorme de plazas para mayores. Y las residencias privadas son una opción a la que es imposible acudir cuando el único recurso con el que se cuenta es una reducida pensión de jubilación. Por supuesto que hay residencias de lujo para viejos ricos, pero esas no se las puede permitir casi nadie. Y los informes del Diputado del Común sobre la situación de abandono y desatención de los ancianos en alguna residencia, pues tampoco ayuda demasiado a confiar en los centros privados más asequibles. Aparte de esa situación y del problema de la ocupación de camas hospitalarias, también hay miles de ancianos que viven
completamente solos en nuestros pueblos y ciudades, a veces sin recursos suficientes, o con importantes problemas de movilidad. Algunos de ellos mueren sin que nadie les eche de menos, y pasan días hasta que los vecinos avisan a la policía para que retire los cuerpos de los fallecidos. Es un drama recurrente, este de la muerte solitaria –a veces por pequeños accidente- de muchas personas mayores. Un asunto del que se habla y se escribe poco: es desagradable, no dice nada bueno de nosotros como sociedad y en realidad no le importa demasiado a nadie. Ni siquiera es posible encontrar una estadística de casos. Si la hubiera, seguramente sentiríamos vergüenza.