Papel y pluma, con María Henríquez: propuestas ejercicio 8 y ejercicio 9
Cada jueves en Hoy por hoy Las Palmas con Jonás Oliva te proponemos esta sección sobre escritura creativa para que des rienda suelta a tu creatividad sin vergüenza y crear una comunidad de apasionados por la escritura
Cada jueves en Hoy por hoy Las Palmas con Jonás Oliva, la profesora María Henríquez nos guía en esta sección sobre escritura creativa para que des rienda suelta a tu creatividad sin vergüenza y formar juntos una comunidad de apasionados por la escritura. Puedes escuchar el podcast íntegro en el siguiente enlace y participar en el ejercicio que te proponemos en la parte inferior de esta página, enviándonos tu propuesta semanal al whatsapp del programa 607 575 031.
Nota importante: para garantizar la publicación de los textos, deben enviarse mecanografiados antes del miércoles víspera de cada sección, hasta las 13 horas.
Papel y pluma, con María Henríquez: propuestas ejercicio 8 y ejercicio 9
EJERCICIO 9
En este ejercicio vamos a lanzarnos a escribir ficción, a imaginar y crear otra realidad. No te preocupes si no has escrito ficción antes, tómalo como un juego. Escribe un relato breve que empiece por la palabra “luz”. A medida que escribas, vete añadiendo progresivamente las siguientes palabras: ave, jamón, tiempo, correr, triturar. Recuerda escribir sin preocuparte por los errores, puntuación, ortografía. Ya revisarás todo eso cuando hayas terminado. Escribe durante 7 minutos, si ves que quieres seguir, por supuesto, escribe el tiempo que desees. Es buena idea que incluyas la palabra “luz” en tu primera línea. Recuerda que la primera frase de una historia es la que crea expectación (aunque siempre podemos revisarla más tarde). La idea es que el relato tenga un mínimo 100 palabras y un máximo de 250, es muy cortito. Que lo disfrutes y recuerda dejarte llevar.
PROPUESTAS DE LOS OYENTES PARA EL EJERCICIO 9
El mar, principio y final
Soy de secano y nací lejos del mar. Aún no había llegado la televisión cuando nací, así que nunca lo había visto cuando mis padres me llevaron a San Sebastián, Tengo vivo en mi recuerdo aquella primera imagen del Cantábrico en un día gris de galerna. Me maravillaba observar aquella inmensidad, pero sobre todo lo embravecido de las olas que llegaban en manada hasta la Concha. Mi padre me enseñó a nadar, pero a mí de pequeño lo que me gustaba era dejarme revolcar por las olas, envolverme en la espuma hasta casi perder el sentido. Un día en el que había mar de fondo nadé para recuperar mi pelota, pero ésta se iba adentrando cada vez más. Cuando me di cuenta, estaba lejos de la orilla. Entonces tomé conciencia de que el mar también podría darme un abrazo mortal. Ahora, en el Mediterráneo, donde voy a menudo, las cosas son un poco diferentes. Pero sigo extrañándome cómo conviven dos mundos tan diferentes. Abrazo el mar nadando y queriendo llegar hasta las rocas. Pero, cuando me pongo las gafas de snorkel, veo con asombro ese otro mundo submarino de algas, conchas, peces y a veces, algún pulpo. ¿Cómo coexisten estos dos mundos, el del cielo y las rocas y el de los abismos subacuáticos? Uno al lado del otro y tan diferentes, separados por esa fina lámina rizada de la superficie. Yo, que vengo de ese otro mar seco del somontano aragonés, ahora no sería capaz de vivir lejos del mar. Desde las montañas del Prepirineo oscense miro la llanura y siento la sequedad del paisaje. Allá donde hace millones de años hubo mar, ahora sólo hay trigales y cárcavas. En una ocasión, en un viaje a Alsacia, subí a los Vosgos. Contemplando la llanura donde a lo lejos corre el Rin, miraba y miraba. Me faltaba algo. Me faltaba el mar. Como si sin él, el paisaje estuviera incompleto. Venimos del agua del vientre materno y el mar nos acoge como el líquido amniótico en el que algún día nos perderemos.
Juanjo Compairé
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El mar
El mar generoso y paciente nos da alimentos, nos permite disfrutar de él de mil y una manera, es camino de unión entre pueblos, nos rige el tiempo y los espacios en complicidad con la luna. A sabienda de que el ser humamo es desagradecido y no lo cuida, no lo mima, cada año, pasa factura llevandose a sus entrañas la vida de varias personas. Es un alto precio pero no aprendemos y seguimos ensuciando, destruyendo. El mar triste, siente que en breve, a su pesar. llega la hora de engullirlo todo.
Loli V.T.
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El mar
Inmenso, fuerte, poderoso; ves el final en la línea del horizonte, pero no es así, continúa kilómetros y kilómetros. Se rige por la luna, lo que condiciona su forma de ser igual que las personas. Unas veces relajado, otras bravo, cambiante durante el día. Las olas van y vienen, movidas por el viento, y acaban en la orilla desprendiendo toda su energía. La sensación que transmite el mar es sanadora; el aire que desprende es un tónico para mejorar la salud. Su agua, los paseos por la orilla del mar, te aporta aporta muchas cosas positivas. Pero realmente solo mirarlo y admirarlo es un regalo para tus ojos. Su color está influenciado por el color del cielo y el reflejo del sol, por eso varía su aspecto, siempre atrayente. El mar le regala su agua a sus amigas las nubes y a su vez ellas se la regala a la tierra. Sería imposible vivir sin el mar, estoy totalmente segura.
María del Pino Bolaños Montelongo
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El mar
Miraba al mar ensimismado a través del baile de las llamas de la hoguera que encendí en esa fría noche. Allí, sentado en la arena, me mantenía en un silencio, casi sagrado, para no interferir la conversación, que parecía mantener, el crepitar de la hoguera y el olear del mar. Me confortaba esa sensación del calor próximo mientras miraba al horizonte. El brillo del mar se confundía con el del cielo punteado por un millón de estrellas. Mientras el sonido las olas arrullaba y aletargaba mis sentidos. Sin saber muy bien cómo, la idea de sumergirme, y dejarme rodear por esa masa de agua, oscura, resplandeciente y tentadora, se abrió paso en mi mente. Fue como una llamada del propio mar. Hasta las llamas, ayudadas por el viento, parecían indicarme la dirección a seguir, y que inequívocamente me llevaba a él. Voy desarropándome en mi caminar, y, sorprendentemente, no siento frio. Ni siquiera cuando me zambullo en él. Sólo siento paz y serenidad. Tardé un poco en entender, el maravilloso milagro que el mar estaba generando en mí. Aparecieron todos los colores de las almas sumergidas en él desde el principio de los tiempos. Todos los sabores sus alientos. Todos los sueños, inclusos los rotos. Todos los amores, y los desamores también. Y ahí estaba yo, sumergido, dejando que su abrazo húmedo y vitalizante licuara todos mis pesares. Embriagado por tantas sensaciones, y desnudo -de ropa y de males-, vuelvo al calor de mi hoguera mientras me va asaltando el plácido sueño que hacía años que me había abandonado, y que ahora, de repente, me apremiaba para que me abandone a él. Sólo recuerdo mi último deseo antes de dejarme llevar. “Que este milagro, no sea sólo un sueño. Por favor, que no sea sólo un sueño”.
Chano Gómez
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El sueño que nunca soñó
Estabamos abrazados mirando al mar, ensimismados en nuestros recuerdos, cuando de repente empezó a contarme un recuerdo que acababa de venir a su mente. Yo escuchaba el ruido del mar de fondo, mientras ella me iba relatando que un lunes al amanecer se dio cuenta que el corazón de su marido no latía, yacía a su lado, desnudo como nació, con la piel fresca y el semblante de estar dormido plácidamente. Y le pregunté ¿cómo te sentiste? Se le iluminó la mirada y me explicó que se sintió muy contenta porque al final se había cumplido su deseo desde el día que se casó, permanecer juntos en la salud y en la enfermedad, en la felicidad y en la adversidad hasta que la muerte les separará. Me siguió explicando que se había cumplido un sueño que ni tan siquiera soñó nunca y que pudo descubrir que la historia que había vivido con él había sido una historia de amor incondicional con final feliz.
Manuela Álvaro Alonso
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Última noche de libertad
No sabía cuanto había estado fuera, había perdido la noción del tiempo. Salió porque necesitaba pensar y sólo lo conseguía zambulléndose en el silencio, admirando las estrellas, observando el brillo multicolor de los animales y notando en sus dedos las diferentes texturas de la vegetación. En esa parte del mundo no existían más normas que las naturales, las únicas leyes que seguían sus habitantes: iban donde querían, hacían lo que les apetecía…
-¿Dónde estabas hijo? Estaba preocupada.
-Dando una vuelta
-No puedes desaparecer sin decírselo a nadie y menos ahora. Mañana es el gran día.
-Lo séeee
-Tienes una responsabilidad con la familia, con el mundo.
-Créeme, no hace falta que me lo recuerdes.
-No pareces comprender…
-Lo entiendo, mamá. Mañana recibo el Tridente y seré el nuevo Rey de los Mares, todopoderoso entre los dioses. De mi dependerá toda forma de vida en los océanos. No podré volver a nadar libre ni a decidir por mi mismo. Nunca. No me quejo, pero no me pidas que esté feliz.
Bárbara
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El mar
El mar me sugiere belleza y paz interior. Lo imagine como lo imagine, me parece de una belleza indescriptible. Ya sea cuando está bravo, con ese movimiento feroz, como contemplarlo como un plato, haciendo de espejo tanto al rojizo y vivo amanecer como al plateado en una noche de luna. Y por otra parte su sonido, ya sea rompiendo contra las rocas, como muriendo la ola un la orilla de arena, siempre me ha inundado de una paz y tranquilidad, de esa que siempre se busca y desea. Uno de los motivos por el que suelo dar las gracias es por tener el mar tan a mi alcance. Para mí supone un disfrute contemplarlo y a la vez mi terapia, si además de contemplarlo me dedico a escucharlo.
Vicky Barberán
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Efervescencia
Su majestuosidad que invita a observar, sentir, oler me invade de sanas emociones. Pensamientos que van apareciendo en un abrir y cerrar de ojos. Sin pronunciar ninguna palabra florecen cuestiones transcendentales de una mente inquieta, calmada, amorosa, de una existencia en la que todo sucede de una manera asombrosa sin parar. Mostrando con todo su esplendor y belleza, el aroma inigualable y único, dónde en lo más profundo de sus entrañas habitan muchos tesoros aún sin conocer, rincones desconocidos y con un encanto innato que purifica todo lo que alcanza. Exhibiendo el balanceo del ir venir de sus olas que hipnotiza, adormece y nos deleita.
Ticia
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El mar
El mar es un gamberro díscolo y guasón vestido de azur (con r de amol) escondido bajo una partitura de blues alicatada de azulejos con pigmentos azulinos. Es la puerta para la entrada y salida de gente y de mundos que destruye las mortales uniformidades unánimes, germen de la diversidad respetuosa con otras formas de vida. Contemplo a mi íntimo amigo a los pies desde la Cruz de la montaña de El Confital. Mi vista se pierde en él y, sin hablarle, me entiende, me conoce, me inspira. A diario me sumerjo y los minutos se detienen y se dilatan margullando en su seno, útero telúrico donde se fraguó el ser. Cada tarde es testigo de la muerte del día con el cielo ahogado en sangre. Pero antes de hundirse en la negrura, a veces interrumpida por el breve punto de luz de un barco que pasa, sabe que esa apariencia de muerte es una ficción, que mañana, sí, mañana mismo sin falta, pase lo que pase, volverá a nacer la luz.
Antonio Castellano
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El mar del que deseo hablar es el que me contemplaba haciendo el trayecto en guagua hacia la universidad. Es una travesía que pasa delante del Hospital Insular. Siempre paraba la música y pensaba en los enfermos y les mandaba todo mi amor y apoyo. Ahí estaba él observando con su calma sabia, distante pero cercano. Elocuente, pero sin palabras. Creo que todavía me sigue ¨vigilando¨. Los que somos isleños llevamos el mar dentro, no importa donde la brisa de la vida nos haya llevado. El mar es el ser más Zen de la historia terrestre. Constante y con su propia voz. ¿Qué susurro escucharé cuando nos volvamos a ver?
ARV
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El mar, La mar
Poema de Rafael Alberti, y qué distintas emociones me despierta el sustantivo MAR según el artículo que le preceda. El mar es verano, algarabía, playa pintada de colores, tapper de tortilla, olas batidas, atardecer rojo en el horizonte, novela sobre la toalla, contemplación sin prisas. Es ese mar testigo de procesiones festivas, fuente de vida, inspirador de frases decisivas, de movimientos vitales. Pero siempre escuché a los marineros hablar de LA mar. Yla mar es cosa bien distinta. La mar es fría madrugada, es peligro y sustento, es destino implacable, unos días penuria y otros victoria. Una madeja de sentimientos encontrados: agradecimiento por sus frutos, frustración por las cadenas invisibles que te sujetan a ella. Eran los hijos adolescentes de los marineros los que con frecuencia se despedían al finalizar el curso, al siguiente se enrolaban como destino escrito e inapelable. Sí, se iban a LA mar, y un respingo nos recorría el cuerpo en esa despedida, porque todos sabíamos que La mar, no era El mar. Y convivir con los dos mares te enseña su inmensidad, sus contradicciones, su belleza enigmática, su bondad y su tiranía. Está ese mar que endurece la vida y ese mar que la dulcifica.
Rosario M.G.
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Caminaba serena al atardecer por la playa. Sus huellas dibujaban un camino serpenteante hasta su duna secreta. Aquel mar poderoso le desvelaba historias de navegantes y aventureras. Contemplar el mar al atardecer activaba su parte más auténtica, la llenaba de calma y paz. Fue esa tarde del mes de agosto cuando tuvo la certeza de que era el momento de salir al encuentro. Regresó a casa antes del anochecer hizo una pequeña maleta y cogió el primer tren.
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_M_area baja, en mañana de luna llena.
_A_renas mojadas me llevan hasta el camello, que siempre duerme en la orilla.
_R_oca ancestral, entre tus jorobas me haces volar a tiempos en que solo la arena y tu jugaban en el mar.
María del Val Crespo Ares
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El MAR siempre ha formado parte de mi vida. Nací en una provincia con MAR. En mis veranos siempre ha estado presente la playa, mis recuerdos de infancia estás asociados con el MAR, pero es ahora cuando soy adulta, cuando soy consciente del poder del MAR, con mayúsculas. Entre mis recuerdos hay uno que es imborrable. Fue en Cádiz, después de un viaje tan largo desde Madrid y de estar parte de él trabajando, llegué para empezar mis vacaciones y me fui directa a ver el MAR. Recuerdo la sensación física de ese momento. Caminé hacía la orilla, me sumergí en el agua cristalina de la playa de Bolonia y segundo a segundo sentí como iba mudando de piel, como una serpiente, como el MAR se llevaba, me arrancaba, me limpiaba, esa sensación de agotamiento, agobio y estrés que llevaba conmigo. Al salir a la arena, recuerdo de manera nítida, mi mirada perdida en ese horizonte que hipnotiza y esa agua salada que arranca hasta lo más doloroso, esa inmensidad que te hace sentir pequeña y te recoloca en la escala real de las coas que son importantes. El MAR, cura.
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El mar
En mi barrio todas las calles conducen al mar y cada una brinda una perspectiva distinta de ese mismo mar que nos rodea. Se puede ver el Teide encuadrado en la angosta calle que conduce a la iglesia de San Pedro. Se ve tan enorme que parecería que una invisible mano gigante lo ha empujado hasta casi la misma puerta de la iglesia, donde hacen cola para acceder al comedor social hombres blancos adultos, de piel y barba ajada, junto a jóvenes africanos llegados de precario en la última patera que arribó a la isla. Apenas dejar la iglesia para acceder al paseo de Los Nidillos, el paisaje cambia por completo. Lo que antes era un volcán de tres mil metros adentrándose en el barrio, ahora es el perfil de una isla entera dibujada lejos, en el horizonte, y aún así cercana. Las calles son como la mente. A más estrechas menor perspectiva del paisaje que se avista, a más anchas, mayor visión y y riqueza de matices del mismo paisaje. Otras veces, si bajas las calles que conducen al puerto, es un crucero gigante el que parece adentrarse en el vecindario. Una vez en el puerto, la visión se torna amplia, y el crucero, aún siendo enorme, ya no se mete entre las casas del barrio. Ahora lo que se ve es el río de turistas que descienden del barco mirándolo todo con curiosidad. Les espera una riada de taxis y coches de alquiler, mientras un grupo de típicos les ofrece una muestra de folclore y gastronomía. Alguna que otra autoridad hace también su aparición para darles la bienvenida y salir en la foto. Todos revolotean alrededor de los turistas. Nadie, salvo las moscas, lo hace alrededor de los hombres que hacen su única comida decente del día en el comedor de San Pedro. Y sin embargo, a pesar de las diferencias, a todos nos mece el mismo mar, quizá por eso, algunas noches, cuando todo está en silencio, si prestas atención escucharás en la rompiente el eco de las zozobras propias y ajenas.
S.D.A.
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El mar
El infinito, para mí, se llama MAR. Su agua, sus olas me llevaron de mi vida primera a mi vida segunda. Una a la orilla del Caribe de mis sueños, de mi infancia. En la otra orilla el Mediterráneo de Serrat, que conformó mi adolescencia y juventud. Siempre fui feliz cerca del mar, aún más, del Océano, que abarcó todo lo que tenía, lo que dejaba, lo que añoraba. De un lado y del otro de sus orillas. Pasado los años el Mar Negro me trajo otras vivencias con su agua suave y menos salada que lo habitual cuando baña las costas búlgaras. El Cantábrico con su agua helada me ha producido respeto siempre. Me es poco amigable como fiero me resulta en las costas holandesas el Mar del Norte con su color gris plomo. Uno al mar mi sentido de la libertad, de no limites... de que todo es posible de un continente al otro, de mar a mar... de océano a océano... que siguen uniendo las piezas de mi vida.
E.H.L.