"Me daba palizas y sigue en la calle": el relato de una superviviente
unas 30 personas de media llaman al día en Canarias para denunciar violencia machista

La violencia física, psicológica y económica, las más recurrentes. / Kittisak Jirasittichai / EyeEm

Canarias
Esta podría ser la historia de cualquiera de nosotras. Claudia (usaremos nombre ficticio), es una canaria de 27 años. Joven, alegre, perfeccionista, responsable con todo en la vida y apasionada. Un día, conoció a un hombre que le quitó esas ganas de seguir dedicándose a lo que más le gustaba. La hundió psicológicamente, haciéndole creer que todo en lo que creía no existía. Que sus percepciones sobre las relaciones sociales, la familia, la vida en general, no se correspondían con lo que era la realidad (para él).
Fue el caso de Claudia. La fue minando hasta convertirla en todo aquello que nunca pensó: una persona apagada, pequeña, sumisa. Y sin apenas constatarlo. La conciencia, en estos casos, es limitada. La percepción -como decimos- de lo que nos rodea, cambia por completo. Y el miedo se convierte en un modo de vida. 'La codependencia es muy fuerte. Me hizo creer que yo estaba enamorada de él. No solo había palabras de maltrato, que ya es algo muy duro y que necesita de terapia, sino pasó a más'.
'Yo era la mala, todo lo que pasaba en la relación era culpa mía. Hasta que llegaron las palizas, los insultos, las vejaciones. Un día me pegó y me dejó el cuerpo morado, además de con el shock que me produjo la agresión en ese momento. Casi no lo cuento. Tenía la cara destrozada y el cuerpo lleno de golpes. Todavía no sé cómo llegué al coche y a mi casa. Lo primero que pensé fue en no denunciar. En el miedo terrible que tenía en ese momento y que no me dejaba pensar. Menos mal que me acompañó mi hermano en todo momento y no me sentí sola. Le pedí que me ocultara en casa al principio', nos cuenta.
"Tenía la cara destrozada y el cuerpo lleno de golpes. Casi no lo cuento"
La violencia que se ejerce contra las mujeres puede pasar desapercibida en muchas ocasiones. Empieza con pequeños detalles. Con chistes, con convenciones sociales, estereotipos sobre qué juego/muñeco/pareja debe tener esa persona, incluso desde las instituciones (¿cuándo ha habido una Presidenta del Gobierno o una Reina de España con pleno poder?). Los llamamos 'micromachismos', pero realmente perpetúan comportamientos y patrones que se extienden en el tiempo y en la población. Algunos, y algunas, porque hay mujeres que son víctimas de su propio machismo, incluso, se dan cuenta de que son víctimas de esas actitudes cuando ya lo han adquirido por herencia, (mal)educación o por las amistades.
A Claudia le costó en un principio denunciar, como le pasará a muchas que lean este escrito o que conozcamos. Pero ella lo hizo. 'Tengo ese recuerdo sutil. Cuando me pasaron a inspección en la sala de urgencias, realmente yo no quería poner denuncia porque pensaba que era fallarle a esa persona. Para mí, el sistema era una falacia y todo era surrealista porque él me lo había explicado así y yo le creí. Pero me decidí a hacerlo.'
Claudia se tuvo que refugiar en un recurso del Instituto Canario de Igualdad durante tres semanas y llevar un brazalete que pitaba si él se acercaba
Después de pasar por el área sanitaria y policial, se decidió a emprender la batalla judicial. Una batalla que no le llevaría a solucionar por completo su problema. Solo le pusieron una orden de alejamiento y un brazalete que pitaba en el caso de que el agresor se acercara a menos de 500 metros. Esto podría parecer suficiente, pero el castigo no llega si alguien sigue en la calle con plenas libertades y pudiendo repetir todo aquello que ya hizo una vez.
'Te planteas incluso el seguir viviendo'
En este sentido, Claudia asegura que 'el sistema es efectivo, pero al principio no confiaba en él. Es efectivo en la parte de acompañamiento a la víctima, con todos los recursos existentes. Pero la justicia no pudo probar que yo fui maltratada, a pesar de los golpes y la experiencia contada. No sirvió de nada, más que para hacer que él no pisara la cárcel'. Pasó tres semanas en un recurso dispuesto tras activarse el DEMA, que le hacía volver a una determinada hora por la noche por motivos de seguridad. Claudia estuvo aislada en sí misma, en el shock del momento, en el miedo a haber denunciado. Aunque por dentro, sentía que estaba haciendo lo correcto. 'Tengo la satisfacción personal de que le gané. A él y a todas las personas que son como él. Tengo claro que quiero luchar'. Su fuerza es admirable. Y es aún más admirable cuando, a su alrededor, no la creyeron.
'Me llamaban loca, exagerada. Creían que yo estaba queriendo dejarle mal a él y me lo estaba inventando. Muchas amigas mías que iban al 8M y a las manifestaciones feministas, no me creyeron. Se pusieron de su lado. Yo en ese momento, que estaba destrozada y sufriendo por lo que me había pasado, tenía que lidiar encima con el estigma social de quienes me rodeaban'. De ahí la importancia de la educación en todos los aspectos y ámbitos.
La resiliencia, esa capacidad de seguir adelante con lo que nos sucede en la vida, es su método para comprender lo que le ha pasado y 'renacer'. 'Para mí, ha sido como renacer literalmente. Ese proceso de conocerte a ti misma con lo que ha pasado es complicado, y de saber tus fallos, esos fallos que te ha dejado esa relación, es muy importante. Pero lleva su tiempo. Y no he estado sola'.
El agresor sigue en la calle
Después de todo el proceso, que le impidió trabajar hasta pasados unos meses, y recomponerse, que quizá es un trabajo para toda la vida, ha seguido en contacto con las profesionales que la ayudaron. 'Puedo acceder a actividades, talleres, charlas. Incluso me ayudan a conseguir empleo si lo necesitase'.
Claudia envía un mensaje a todas aquellas que necesiten leer esto: 'denuncia. Yo tardé porque tenía miedo. El miedo es algo normal, pero no debemos dejar que nos paralice. Hay que denunciar. Aunque el sistema no ponga a tu agresor en la calle; pero quizá, si tú denuncias, y la siguiente a la que le pase lo hace también, ayudemos a las que les ocurra a que el sistema vaya funcionando mejor'.
Ella nos deja una frase que resume muy bien todo lo acontecido: 'la lucha realmente es contra las heridas que te dejan este tipo de personas. Porque, lamentablemente, ni la sociedad, ni el sistema, lucha contra los agresores hoy en día. Y da igual si tienes o no tienes estudios; si tienes una familia estructurada o no. El único requisito para que, en algún momento, te pueda pasar algo como a mí es ser mujer'.
Su relato emociona, al igual que otros miles que escuchamos cada semana, cada año, y casi desde hace una década si nos fijamos en 'registros oficiales'. No se trata de cifras, sino de historias. Y la suya es preciso contarla, para que contar ya no sea un tabú. Para que 'las locas', como suelen llamar a las mujeres que se atreven a decir, se rebelen contra quien lo haga.
Ella sobrevivió, pero no así otras muchas. Ojalá algún día no se intente apagar la luz de nadie. Que nos dejen ser libres. Y vivir sin miedo.




