El 'bullying' no admite paños calientes
COMENTARIO CASTAÑEDA 7 FEBRERO
Santa Cruz de Tenerife
Los que peinan canas o lucen calvicies y que pertenecen a mi generación, o a otras aproximadas a la misma, en el patio del colegio aprendimos a buscarnos la vida para huir de los abusones, o de los que campaban a sus anchas, evitando aproximarnos a los mismos, o en un momento determinado empleando el argumento de las manos para acabar con la violencia física o psicología a la que nos tenían sometidos.
Lamentablemente, no había otra metodología porque si acudías al profesor, la dosis de represalia de los machos alfa, al día siguiente, estaba garantizada y en mayor cantidad.
Los tiempos han cambiado felizmente, aunque existen quienes argumentan que los chicos de ahora son de porcelana y que se derrumban ante la menor adversidad a la que tienen que medirse en su centro educativo
No comparto esa opinión, y además creo que la crueldad que imperaba en los recreos o a la salida del colegio en aquel entonces, por lo menos, está a la par del acoso escolar que propician las nuevas tecnologías y que sufre el alumnado que es elegido como víctima propiciatoria.
Por eso, me resulta inconcebible la actitud que se da en determinados centros docentes en los que padres y madres se tropiezan con el buenismo que intentan convertir sus rectores en la vía de solución del problema.
Conozco casos en los que los familiares de los acosados han sufrido verdadera impotencia ante la inactividad de los responsables encargados de evitar que en las mochilas de los chicos y chicas tenga cabida la violencia psíquica junto a los libros de texto.
El intento de conciliación en pocas ocasiones logra su objetivo, y con la tecnología actual se acentúa la cacería de los situadas en la diana de los abusadores también en el ámbito digital.
Se actúa con tibieza respecto al bullying, porque en esos centros docentes se digiere como una mácula la trascendencia entre la comunidad educativa del conocimiento de tales abusos.
El objetivo de estos contados casos es la táctica añeja de tapar cualquier incidencia por la creencia de que mancha el buen nombre del colegio, estrategia que no pone punto final al infierno que supone acudir diariamente al colegio que, muy al contrario, debe ser parte de la memoria feliz de la existencia de las personas de toda condición.
Los paños calientes son remedios inútiles en muchas ocasiones y, en el caso del acoso escolar, mucho más, y peor cuando no se adoptan decisiones tajantes por pura cobardía gestora y por un conservadurismo intolerable.