Una tienda de campaña en la azotea

Canarias

Una creía que, con el paso de los años, la capacidad de asombro quedaba reducida a la mínima expresión. Pero lo que ocurre en el mercado inmobiliario es para dejar a cualquiera con la boca abierta. La estupefacción es ta grande que, en ocasiones, nos invade la duda de si la oferta de alojamiento será realidad o un meme.

Y es que la inventiva de la gente para sacar tajada de las miserias del otro está siendo directamente proporcional a su falta de escrúpulos. Si alquilar un balcón resulta insólito para el sentido común, ofrecer el derecho a usar un sofá a cambio de limpiar la casa es insultante. En ambos casos, quien debería llamar a la puerta del arrendador no es un inquilino, sino un policía o un fiscal. 

Pero hay gente tan desesperada que termina durmiendo en ese balcón y en ese sofá, cuando no en el coche o en un portal. Y no hablamos de mendigos. La casuística es, desde luego, amplísima. Y si no les relato más supuestos es porque consumiría, no un minuto, sino todo el informativo. Y ello sin contar siquiera los disparates que se ofertan como viviendas vacaciones.

La última ocurrencia son tiendas de campaña en la azotea, con complemento de un manta a cinco euros si pasara frío. La grave no es que el mercado se haya vuelto loco de atar, sino que todavía haya quien encuentre argumentos para oponerse a intervenirlo.