Sobre Tamames
Santa Cruz de Tenerife
Es difícil explicarse qué es lo que puede haber llevado a alguien con el currículo de Ramón Tamames a asumir la candidatura de la moción de censura que presenta Vox contra Pedro Sánchez, y que –muy probablemente- sólo conseguirá el apoyo raspado de los propios votos de Vox. Para la mayoría de quienes contemplan este último episodio público del viejo economista de cámara de la izquierda, el lance de Tamames sólo puede responder a algo parecido a un ataque profundo de egolatría, unido a la pretensión de representar de alguna manera a esa generación de la transición que fue de izquierdas y se siente huérfana en la izquierda de hoy. Hace unos pocos días, alguien me dijo que un socialista grancanario, un hombre ya mayor, le había comentado que Sánchez “perdería las próximas elecciones generales porque los viejos del PSOE no van a votarle”. Me pareció plausible: en las dos últimas décadas, pero de forma más agresiva y acelerada en la última, se ha ido abriendo una brecha generacional entre aquella izquierda que pactó la democracia con los hijos arrepentidos del régimen, y esta izquierda de ahora que le da más importancia al efecto del titular que al cambio de contenido.
Por supuesto que no se trata de un fenómeno nuevo, ni siquiera sorprendente. En política, el adanismo, la creencia de que todo empieza con uno mismo, es una enfermedad arraigada: cada generación reinterpreta libremente a sus clásicos, y lo hace en general con muy poco respeto por las interpretaciones previas. Lo que estamos viendo desde hace años es el entierro sistemático del país que construyeron nuestros clásicos de entonces, de sus valores e ideas. Es frecuente escuchar a los más jóvenes dar por hecho que todo se hizo mal, desde esa desmesura en la convicción, que define a quienes no han tenido aún tiempo de contrastar sus certezas con la pétrea inmovilidad de lo real y permanente.
Tamames no es solo un egotista. Es también un anciano convencido de que puede explicar a los demás el engaño del presente con su voz cascada, que es la del pasado. Yo creo que esa no es tarea para él, ni puede acometerse con éxito desde la tribuna que Vox le presta para instrumentalizarlo. Tamames quizá sea un valiente. Pero los valientes pueden caer en la desproporción del sacrificio inútil y hacer el ridículo. Tamames se ha equivocado: su apuesta por recuperar el espíritu del pasado resultará insignificante, frente al precio que va a pagar su biografía por prestarse a ser cómplice del circo de Abascal.




