Sobre la excepción majorera
Santa Cruz de Tenerife
Fuerteventura es sin duda la isla políticamente más complicada en Canarias. Una isla donde se producen censuras encadenadas, denuncias ante los tribunales, cambios de partido, y en la que se ha llegado a situaciones tan peregrinas como la que –todavía hoy-, se vive en el Cabildo majorero, sostenido en una mayoría tan exigua que sería completamente imposible en cualquier otro lugar: dos consejeros, uno de ellos el presidente. Fuerteventura es desde hace ya muchos años una isla políticamente surrealista.
El viernes el presidente del PP majorero, Fernando Enseñat, lanzó un órdago a sus presuntos socios de Coalición Canaria en la isla, intentando un acuerdo en el Ayuntamiento de Puerto del Rosario, en el que se dejaría fuera a la lista más votada –la nacionalista, encabezada por David de Vera- para colocar en la alcaldía al propio Enseñat, con el apoyo del PSOE. La intentona de Enseñat de saltarse los acuerdos en cascada pactados por las direcciones de Coalición y el PP, cabreó a la gente de Asamblea Majorera y desató una presurosa oleada de negociaciones con el PSOE no sólo para evitar la caída de Puerto del Rosario, también para mejorar las opciones nacionalistas en el resto de los municipios y dar estabilidad al Cabildo. El sábado, después de un viernes tormentoso, ya se había cerrado un principio de acuerdo que daba a Coalición la presidencia del Cabildo, garantizaba Puerto del Rosario para Coalición y otorgaba a los nacionalistas las alcaldías de La Oliva y de Tuineje. A cambio, el PSOE conseguía la vicepresidencia del Cabildo, y amarraba la alcaldía de Pájara.
La noticia del acuerdo entre el PSOE y Coalición –filtrada por los socialistas majoreros en cuanto se alcanzó un principio de acuerdo- provocó el sábado un auténtico tsunami que alcanzó inmediatamente a la negociación para cerrar el Gobierno regional, que mantenían el sábado por la mañana Fernando Clavijo y Manuel Domínguez, y que estuvo a punto de interrumpirse. Finalmente, se optó por seguir avanzando en el acuerdo regional y dejar las negociaciones sobre Fuerteventura para después del cierre del Gobierno, cuyo anuncio podría producirse entre esta tarde y mañana.
Lo ocurrido en Fuerteventutra pone en evidencia la dificultad de hacer cumplir en todos partes los pactos en cascada. En algunos lugares, por desavenencias irreconciliables entre los que deben firmar los acuerdos (ya se sabe aquello de “pueblo pequeño infierno grande”), en otros porque las ofertas de la competencia son mucho más atractivas, y también porque los intereses locales en juego no siempre coinciden con los intereses globales.
Hace ocho años, durante la última negociación en cascada de unos pactos, los conservadores, bajo el mando entonces de Asier Antona, consiguieron romper el acuerdo global entre Coalición y el PSOE, comprometiendo a los socialistas a un acuerdo que implicaba la totalidad de la isla de La Palma. El PSOE abrió expedientes, pero después las cosas cambiaron y los traidores se convirtieron en héroes. La política se escribe con renglones torcidos.




