Sobre el mal perder
EL ENFOQUE 7 JUNIO
Santa Cruz de Tenerife
Hay buena literatura, como la hay mala. Por desgracia, la política es casi siempre literatura pésima. Y aburrida: ayer Fernando Clavijo y Manuel Domínguez anunciaron un acuerdo perfectamente previsto desde antes incluso del cierre de las urnas, y con voluntad de largo recorrido. Un pacto materializado al final como resultado de tres evidencias indiscutibles: una, la imposibilidad de la izquierda canaria y sus partidetes de apoyo –Nueva Canarias y los de Curbelo- para sumar los votos suficientes que permitieran cualquier fórmula de gobierno. Otra, la más que obvia sintonía personal entre dos alcaldes de pueblo –Clavijo y Domínguez- con biografía y química política común. Y, por último, el deseo y la voluntad de acabar con años de discurso histriónico, propaganda para tapar las mentiras y un catálogo inacabable de ocurrencias y memeces. expresada por la mayoría. La mayoría, que palabra más maleable. Sirve igual para un cosido, un zurcido o un barrido. Es cierto que esas mayorías -que el domingo 28 acudieron a votar para sacudirse a Pedro Sánchez de encima, acabaron dándole al ínclito una patada en trasero ajeno, el trasero del ángel de Canarias, nuestro sufrido, laborioso y nunca suficientemente ponderado presidente Torres. Que la política es injusta no es un gran descubrimiento, sobre todo injusta con los que pierden. Pero… ¿Qué es perder? Perder es no poder gobernar.
Los notarios de este parto han intentado montarse una presentación en etapas para darle algo de suspense a la historia, pero les ha salido un poco rana, porque aquí el que no corre vuela y 34+1+3 siempre sumará más que los 23+5 de Torres. Hay quien ha querido añadir salsa al guion con la historieta de una nueva convocatoria electoral –otra más- por bloqueo de Curbelo y Vox, para mayor gloria de Torres. Pero eso más que suspense, es ciencia-ficción. Sólo faltaba en la historia Vicky Rosell con antenas postizas y una pistola de rayos.