El valor o el precio de un voto

Santa Cruz de Tenerife

Cataluña, Cataluña, Cataluña... vuelve a copar el protagonismo de la política nacional. La aritmética parlamentaria ha llevado al país a un nuevo atolladero, al depender el futuro Gobierno de España del independentismo catalán, pese a que perdió apoyo electoral.

Mientras, los otros nacionalismos, incluido el canario, juegan sus bazas. Algunos con más acierto que otros, la verdad.

Coalición Canaria, por ejemplo, ha querido escenificar un entendimiento total con Nuñez Feijoo, como si de una autonomía más del PP se tratara, pese a que su investidura no es posible.

Creen que lo que apalabren con uno servirá para negociar con el otro, sin distinguir que quién no va a gobernar puede garantizar cualquier cosa: la agenda canaria, una base aérea para luchar contra los incendios... o la luna.

En fin, los que entienden de estrategia política son ellos, no una. Aunque el sentido común diga que, puestos a hacerse valer, la equidistancia siempre parece un mejor punto de partida que la expresa complicidad con el contrario. Y hay, además, una sútil diferencia entre negociar o mercadear con un voto.