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Teto: los buenos siempre ganan

Una reflexión sobre el daño que hacen los comentarios hirientes en las redes

Santa Cruz de Tenerife

Es un llorón. ¿Lucir? Ese trozo no luce nunca. No vale ni para el filial. Mejor que lo cedan. No tiene nivel. Hoy jugamos con uno menos. Me da igual que sea de Tenerife o Aranjuez. Es un cero a la izquierda. El bigotón es nulo. Que se dedique a comprar tabaco, que lo vi fumando en la multitienda.

Estas y otras lindezas no son producto de la imaginación propia; están extraídas de la red social X (antes Twitter), todas tenían por destinatario al mismo futbolista y todas fueron publicadas antes del partido del sábado en Elda. No sé bien si con el ánimo de ofender, de hacer daño o de hacerse notar en medio del ruido.

Escribo estas líneas porque hace un par de días -cuando aún desconocía que Teto se iba a sacar de la chistera un golazo marca de la casa en el partido contra el Eldense- alcé la voz para quejarme de la inmundicia. Del cero beneficio que aporta a nadie una cacería como la que en las redes y algunos medios se inició hace unas semanas con el 21 por protagonista. Nunca supe bien por qué, el caso es que un icono de la cantera y un futbolista ejemplar (en todos los sentidos) se convirtió sin merecerlo en el pimpampum comunitario.

Lo sabían en el vestuario, donde detectaron que atizarle estaba de moda. No fue solo en las redes, no fueron solo cuentas anónimas. Hace apenas unos días me llegaron un par de extractos de un par de tertulias de radio. Lo que decían no tenía ningún tipo de sentido. Intuí que no era con el afán de señalar a Teto, sino a los que construyeron la plantilla. "Lo han mantenido por canterano; no tiene nivel ni para Primera RFEF", decían entre risas. Como si sus descalificativos fueran inmunes para quien los recibe, como si fuese gracioso o estuviese bien visto atacar a un futbolista sin opción alguna a la defensa.

Teto ha pasado las de Caín. No hay sino que ver la celebración, la rabia, la reivindicación y la reacción al gol. Lógica, humana, natural. El futbolista que se cerró sus redes no cuando le atacaban a él, sino absorto por cómo despedazaban a su amigo Javi Alonso, optó por hacer lo propio que cuando festejó el gol. Manos a las orejas. A palabras necias, oídos sordos.

Justamente esta semana un especialista en estas plataformas nos resumía en un par de apuntes lo que había podido ocurrir con Teto: el deportista se borra sus perfiles; su entorno, no. Así que un porcentaje alto de la porquería y suciedad vertida en redes sí llega a su destinatario, aunque sea mal filtrada y en pantallazos remitidos vía wasap. Y que condicionase su humor, su estado de ánimo, su trabajo diario, su rendimiento, su hastío ante tanta bobería.

Nadie está hecho de acero inoxidable; y a nadie hace bien una catarata de insultos y descalificaciones. Me alegro por Teto. No sé si en la vida -como en las películas- siempre ganan los buenos. Pero el sábado ganó él y perdieron los malos. Los que han hecho de la bilis su modo de vida. Los que no aportan nada sino odio; los que ahora se esconden en la cueva hasta su próxima ocasión para regar de estupidez sus redes del odio y sus ocurrencias de comedia barata.