Sobre el cambio de la Constitución

Santa Cruz de Tenerife
Si algo garantiza el actual clima político español de histeria desatada, es precisamente que aquí nadie va a poderle tocar una coma a la Constitución, aunque sea conveniente hacerle algunos retoques. La Constitución es hoy intocable por la puerta de delante. De hecho, la única ventaja de que los enemigos del Régimen del 78 estén hoy cómodamente instalados en el Congreso, cobrando sueldos de diputados de provincias (que ingresan más que los diputados de Madrid), es que tienen que ser perfectamente conscientes de que la Constitución no puede cambiarse por vías constitucionales, es decir, respetando el procedimiento que en ella misma se establece para cambiarla, que es que haya consenso claro para hacerlo.
El único cambio hoy posible de la Constitución del 78 sería el cambio revolucionario que pretendía Podemos cuando Podemos era la izquierda y no una minúscula tropilla de gente enfadada buscando refugio apresurado en el Grupo Mixto. Conseguir poner de acuerdo una mayoría -incluso a la actual mayoría- para cambiar la Constitución supondría para los socialistas dispararse directamente en la sien, un inmediato suicidio. Con la que está montada en este país, no hay posibilidad de que se cambie la Constitución, por mucho que estos 45 años bien llevados no impidan alguna que otra arruga fruto del paso del tiempo, además de la enorme cicatriz del título octavo.
El PSOE no puede asumir socialmente el desguace de la actual Constitución, cuya vigencia y continuidad comparten la mayoría de sus electores. Es probable, sin embargo, que los indepes catalanes consigan introducir en un Estatuto reformado –quizá con la inestimable colaboración del PSOE catalán- conceptos como la juridicidad de la Nación catalana, o una difusa apreciación de la soberanía catalana, sea eso lo que finalmente resulte ser.




