Sobre el debate de los decretos
Sánchez logró sacar adelante su decreto ómnibus de reforma judicial, imprescindible para que Bruselas afloje 10.000 millones de euros de fondos europeos, por la decisión de Junts de no participar en la votación a cambio del control total de la inmigración, de blindar la amnistía de Puigdemont y de impulsar el retorno de las empresas que se fueron. Gracias a eso, el decreto con más ingeniería legislativa de los tres presentados en mala hora por un Gobierno confiado, fue aprobado por los pelos. Por los pelos de Cristina Valido, por ejemplo, pero igual podría decirse de los pelos de cualquiera de los otros 171 diputados (además de doña Cristina) que votaron a favor, incluyendo los cinco podemitas que se dieron el gusto de reventarle a Yolanda Díaz su reforma del subsidio de paro, por puro deseo de venganza.
A Sánchez se le resquebraja la unidad de sus aliados y queda bastante a la intemperie, aunque la patada más gorda la reciba el trasero de viceYolanda, descompuesta ayer tras la derrota. La comedia nacional adquiere tintes de grotesco drama psicológico. Los fotógrafos se dieron ayer el gusto de apretar el gatillo de sus cámaras y llenar su fondo de armario con las jetas dolientes de unos ministros sobrepasados por la traición de sus aliados, y las caras felices de una oposición que votó en contra del interés nacional, no sé si por inconsciencia o por hartura de que el Gobierno se presente ante el Parlamento haciendo trampas con decretos-ensaladilla-rusa en los que cabe absolutamente todo y con salsa. Si algo tuvo de valor la jornada de ayer, fue obligar al presidente del Gobierno y los suyos a entender que gobernar como si se tuviera una mayoría holgada es muy pero que muy arriesgado cuando no se tienen ni los votos ni los apoyos.




