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'El Abierto' | El análisis de la actualidad con Ignacio Escolar, Carlos Navarro Antolín y Josep Ramoneda

Opinión

Sobre el valor del voto de Cristina Valido

EL ENFOQUE 15 ENERO

Dice casi todo el mundo que la bien pagada desafección de los de Puigdemont, capaces de cobrar hasta por abstenerse, ha puesto en estratosférico valor el voto de Cristina Valido. Y yo creo que es ése un diagnóstico más optimista que correcto. Cierto que en matemática parlamentaria es mejor ser el que suma que el que no lo hace, pero la suma ésta de Coalición cuando Puigdemont ordena a los suyos abstenerse tiene un valor más simbólico que real, porque está precisamente condicionada a la abstención de Junts. Con el voto negativo de los indepes, el voto coalicionero vuelve a la misma inutilidad que con el voto a favor: no cambia el resultado. Por lo tanto, las cosas no dependen de cómo se porte el Gobierno con Coalición (con Canarias, si lo prefieren), sino de cómo se porte con el prófugo de Waterloo. Esa es y sigue siendo la clave de la historia, como han dejado perfectamente claro el PSOE y Gobierno cediendo lo incediblepara salvar dos de sus tres decretos.

El voto de Coalición ni quita ni pone rey, pero sirve al que mande. Si hubiera cuajado un Gobierno de la derecha, habría ayudado a la derecha a mantener la estabilidad, y habiendo cuajado uno de izquierdas, apoyado por toda una sopa de letras de republicanos, más bilduetas, más peneuvistas de derechas e indepes supremacistas, pues ahí que se fueron, a ver que sacan con lo poquito que tienen. Obligaron al PSOE a aprobar la agenda de marras, y pusieron muy mala cara en las fotos cortesanas, como si estuvieran enfadados. Una forma de manifestar que no era eso lo que querían, pero asumían el sacrificio y la inquina por Canarias.

Con un solo voto, inútil además si Junts vota a favor o vota en contra, por muy combativa que sea en sus discursos la dueña del voto, es difícil que Sánchez o sus ministros vayan a dar algo más que una sonrisa de aprobación o palmaditas en la espalda. Si Coalición quiere mandar como mandan los vascos o los catalanes, tendrá que acudir a Madrid con tres o cuatro diputados, como hace veinte años, antes de que Román Rodríguez les rompiera el invento.