Sobre el crecimiento del sector público estatal
Incluso el propio Gobierno español parece desconcertado por un crecimiento del empleo público que supera todas sus previsiones y expectativas. El boletín estadístico de personal al servicio de las Administraciones Públicas -el documento más fiable de que se dispone para medir las plantillas-, fue actualizado con nueva metodología por Función Pública, siguiendo instrucciones del recién llegado ministro Escrivá. Por primera vez desde que se publica, incluye los contratos inferiores a seis meses –los hay a miles en Sanidad- y el personal en formación. Con el nuevo sistema de cómputo han aparecido 224.000 trabajadores con contratos de menos de medio año y 70.000 en formación o en prácticas. Eso ha permitido a Escrivá desvelar la existencia de 300.000 trabajadores públicos ocultos, lo que mejora los datos de contratación –una buena noticia cuando se ofrecen las cifras de empleo- pero convierte en motor de ese empleo el dinero público, y eso no es tan buena noticia: Escrivá lleva la cifra de empleados pagados con recursos públicos a un máximo histórico que supera los tres millones.
Como ocurre siempre, el conocimiento de esta nueva decisión, ha provocado automáticamente la respuesta de sectores en liza. Los sindicatos de funcionarios niegan la mayor: que afloren decenas de miles de interinos de los que no se tenía constancia estadística, no significa que el Gobierno haya creado empleo nuevo, nos dicen. En la Administración estatal se han perdido casi 40.000 empleos desde 2013, y además las plantillas están muy envejecidas, aseguran. Eso es cierto, pero es un problema diferente, es mezclar churras con merinas: los sindicatos, reducidos cada vez más a oficinas de defensa de los trabajadores del sector público, recuerdan que España está aún a dos puntos de la media europea en lo que a empleo público se refiere. Probablemente han olvidado meter en la media los últimos 300.000 sacados de la chistera por Escrivá, pero esa no es la cuestión clave. El número de empleos que debe sostener el Estado tiene poco que ver con las medias de otros países, y mucho más con nuestro propio presupuesto, nuestra presión fiscal, y –sobre todo- con la diferencia de España con Europa en productividad.




