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Sobre la decisión de Ábalos de no dimitir

-FOTODELDIA- MADRID, 27/02/2024.- El exministro José Luis Ábalos, durante la rueda de prensa que ha ofrecido este martes en el Congreso. EFE/Fernando Villar / Fernando Villar (EFE)

-FOTODELDIA- MADRID, 27/02/2024.- El exministro José Luis Ábalos, durante la rueda de prensa que ha ofrecido este martes en el Congreso. EFE/Fernando Villar

El que fuera todopoderoso exministro de Fomento y exsecretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, anunció ayer su intención de mantener su escaño y pasar al Grupo Mixto para defender desde allí su honestidad “hasta las últimas consecuencias”. Una frase que suena bastante amenazante, por cierto.

Una de dos: o Ábalos es un actor extraordinario, o está convencido de su inocencia. Si el motivo para exigirle dimitir es que permitió que Koldo medrara a su lado… ¿porque no habría de dimitir también Pedro Sánchez, que calificó al aizcolaride las mordidas como “ejemplo para la militancia socialista”? Y si Ábalos tiene que dimitir por haberse equivocado al elegir a Koldo como coleguilla de saraos… ¿Por qué no tendría que dimitir también Sánchez por haberle elegido como ministro? En el fondo, la dimisión sólo se sostiene desde la percepción de que Ábalos forma parte esencial de esta trama. Pero si Ábalos fuera inocente de engolfarse, si sólo fuera un pardillo que no se enteraba de lo que hacía su principal tiralevitas en su propia antecámara, la dimisión sería sin duda interpretada como un reconocimiento de culpa. Si Ábalos es inocente le conviene más no dimitir que dimitir, dado que sus colegas han optado por echarlo a los buitres, como si fuera carroña. Y si es un golfo apandador, y estuvo como piensa la mayoría involucrado en el latrocinio de su segundo, no dimitir es también mejor que dimitir: seguirá cobrando su sueldo de diputado, podrá pagar abogados y resistir hasta ver qué ocurre. Nadie en su sano juicio renunciaría a defenderse desde la mejor posición posible.

La exigencia de dimisión es otra de esas cortinas de humo con las que nos castiga este Gobierno de vez en cuando, y en la que se embarra con extraordinaria facilidad una oposición más preocupada por no disentir de lo que piense la mayoría que por defender lo que piensa ella. Pedir la dimisión de sus cargos políticos a alguien que no está ni acusado, ni imputado, ni es responsable aún de delito alguno, es otra más que le debemos a este populismo religioso e inquisitorial que exige que alguien asuma que es culpable o puede serlo desde que se le acusa, se le señala o se insinúa que es un delincuente.

 

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