Mala conciencia colectiva
Ocupar edificios vacíos por quienes no tienen un lugar bajo el que cobijarse tiene algo de instinto natural. De la misma manera que adueñarse de un portal o resguardarse bajo un puente.
No tener, no ya un hogar sino un simple techo, es una de las maneras más brutales de expulsar a una persona de la sociedad. La intemperie a la quedan no es solo climatológica, sino también emocional y social. Por ello, los sintecho nos producen una inquietud indefinida, una especie de mala conciencia colectiva que nos lleva a mirar hacia otro lado. O directamente a ningunearlos, a no verlos.
Los desahucios de familias enteras, que terminaron convirtiendo una infraestructura deshabitada en una comuna improvisada, son la máxima expresión del fracaso del sistema. Y ya hay instituciones que se declaran sinceramente impotentes. De ahí que haya que apoyar la medida del nuevo decreto de Viviendas que quiere convertir estos esqueletos urbanísticos en una solución habitacional. Devolver, por tanto, a los okupas el espacio del que ahora se les desaloja.

Marta Cantero
He trabajado en diversos medios de comunicación de las Islas, tanto en Gran Canaria como en Tenerife,...




