Amenaza de guerra

Las palabras de la ministra de Defensa, Margarita Robles, afirmando que "la amenaza de guerra es total y absoluta" y que los ciudadanos de a pie no somos conscientes de su gravedad son un eco más de quienes nos vienen anunciando, semana sí y semana también, el drama que se avecina. Ella, como otros líderes y burócratas comunitarios, ha iniciado una planificada campaña de concienciación para que aceptemos, sin demasiada presión social, la militarización de Europa. Que no solo consiste en un incremento del gasto militar por encima del 2% del PIB, sino un reconversión industrial al servicio de la Defensa.

Este giro de guion significa una traición de la Unión Europea a sus principios constituyentes tras la Segunda Guerra Mundial, que fueron crear las condiciones para evitar un nuevo conflicto bélico. Sostienen que, de no parar las ansias expansionistas de Putin, tras Ucrania invadirá cualquier otro país vecino. Y calculan que en cinco o en ocho años podríamos entrar en guerra. Y al decirlo, ni se atragantan.

La gran pregunta es si esta crónica de una guerra anunciada es ya inevitable o cabe concentrar los esfuerzos en trabajar en una resolución pacífica de estas tensiones territoriales, que explican la Historia de la Humanidad. Y el gran enigma, cómo reaccionará la opinión pública: ¿aceptaremos sin más este cambio de paradigma o protestaremos ante el ánimo belicoso que todo lo invade?