Sobre las declaraciones de Koldo García
Ángel Víctor Torres ha desmentido con presteza y rotundidad cualquier contacto con el exasesor de José Luis Ábalos, considerado como el elemento clave de la conexión entre la empresa y el poder político. Si no existen grabaciones o guasapso correos que prueben la afirmación de Koldo -y es muy poco probable que existan- no hay por qué dar crédito a su versión de que Torres habló con el de este asunto. Parte de sus declaraciones a El Mundo son de hecho absolutamente increíbles, aunque muy reveladoras: Koldo asegura que su patrimonio es todo de origen legal, que ganaba 7.000 euros mensuales en el Ministerio (casi como un ministro) y que el dinero en metálico que tenía en respetable cantidad en su casa lo sacó del banco para disponer de cash. Pero todos los indicios apuntan en sentido contrario, y lo que nos cuenta Koldo parece más orientado a sostener una línea de defensa judicial -la que le han recomendado sus abogados- antes que a resultar creíble. Todo lo que pueda decir ahora debería ser considerado como parte de su estrategia para no acabar en el trullo. Lo de que cerró su particular negociado con Torres, también. Puede ser puro cuento.
La reacción de Torres ante las declaraciones es clara: no hubo nada de nada. Ni contactos con Koldo, ni recomendaciones de compra, ni ningún tipo de imposición desde el Ministerio que él “no habría aceptado” de ninguna de las maneras. Esa es la respuesta lógica, la políticamente correcta, aunque puede sonar algo impostada: cuando se produce la contratación de las mascarillas, Koldo no es otra cosa que el querido compañero de partido al que Sánchez bendijo como un ejemplo para la militancia socialista, el hombre al que encomendó la custodia de los avales de su candidatura, como Dios le entregó las Tablas de la Ley a Moisés. Koldo era para todos un modelo de militante, un hombre abnegado, el corajudo guardaespaldas de los prohombres del partido en el País Vasco, el socialista aizkolari conservador de las tradiciones del pueblo, el tipo capaz de salvar y proteger al mismísimo Ábalos de sus propios pecados.
Ahora Koldo es un apestado indeseable que se curra paso a paso su defensa. Un apestado como lo es también Ábalos.




