Sociedad

Las memorias de Carla Antonelli, el tremor de todas sus vidas en un libro que hace justicia con las personas trans

La primera diputada autonómica y senadora trans de España ha publicado sus memorias junto a Marcos Dosantos en la editorial Plaza y Janés. Hay fuerzas que rebasan los límites posibles de la imaginación y Carla Antonelli es una de ellas

La activista trans Carla Antonelli en El Socorro, Güímar / Cadena SER

Canarias

La frustración más poderosa durante la erupción de un volcán es tomar conciencia de que la lava es imparable. La impotencia de saber que nada puede detenerla. Esta debe ser la misma frustración que sienten los enemigos de la felicidad ante una mujer como Carla Antonelli, hecha de basalto; decidida a llenar de aire sus pulmones y legarnos generosamente cada partícula de oxígeno conquistada. Cuando ingresó en la UCI, días antes de publicar este libro, le diagnostiqué, -como hacen las buenas señoras canarias-, pulmones agotados a base de respirar generosamente por todas las demás. Tiene que ser muy cansado respirar por todas ellas. Y por eso no hay aliento suficiente para agradecer una vida como suya.

Lo digo porque la conozco y porque conozco también el tremor de un volcán. Conozco los sudores fríos que uno siente de madrugada, cuando un terremoto separa el suelo de tus pies. Mientras leía las memorias en mi casa volcán-en La Palma, a las faldas del Tajogaite, no paraba de pensar en esto. En el mismo lugar donde tomé conciencia de que hay fuerzas que rebasan los límites posibles de la imaginación. Carla Antonelli es una de ellas: la mujer-volcán. Con su instinto de supervivencia se ha ganado la existencia, -como decía el poeta-, a dentelladas secas. El derecho a existir que muchos le siguen negando a las personas trans.

Carla Antonelli, la mujer-volcán en busca del sol de invierno

Ni agua, ni contenciones, ni fuerza bruta, absolutamente nada puede detener un volcán, como nada puede parar a Carla Antonelli, la mujer-volcán en busca del sol de invierno. Carla Antonelli ha vencido las resistencias, una tras otra, hasta conquistar su parcela de tranquilidad: ya no felicidad, porque eso son palabras mayores. Este libro se mueve como un péndulo, en pequeñas conquistas seguidas de enormes frustraciones y reconquistas a las que Carla ha hecho frente toda su vida, -y sigue haciendo-, guiada por su naturaleza reptil. Renaciendo de las cenizas de su propio volcán.

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No la paró el frío, ni las pedradas de la infancia, ni los dientes rotos, ni las noches a la intemperie, ni el hambre, ni los marineros borrachos. Tampoco las estafas, ni las mentiras, ni el rechazo de su propio pueblo; ni la amenaza de muerte, ni el cuchillo en la garganta. Nada ha podido detenerla, ni la dictadura de Franco ni el cinismo de Carmen Calvo. Ni los aeropuertos vacíos al volver a casa. ¿Qué sentido tiene volver, si no hay raíz? No hay nada que pueda hacer frente a una mujer que viaja por el mundo así, con la decisión tomada de seguir adelante, pase lo que pase, protagonizando su propia reconquista a cada paso que da.

Y qué maravilla Marcos Dosantos. Un escritor mano a mano con Carla que desaparece completamente, y sin embargo, deja que sus dedos cariñosos y su mirada amable y comprometida permanezca en cada línea. En el libro hay un escritor de primer nivel, porque contar una vida en la voz de uno mismo es tremendamente difícil, pero hacerlo con otro es casi imposible. Por eso, mientras leía, tenía la sensación de estar hablando con mi amiga Carla, a la vez que Marcos, junto a ella, la ayudaba a sostener el relato contando una vida tremenda. Un trozo de la historia interminable de este país absolutamente esencial para millones de personas. De forma escondida y generosa, vaciado por dentro, sosteniendo las tablas del teatro para que Carla brille con toda su intensidad.

Conquistar el derecho a existir de las personas trans

En este libro uno aprende a reptar cuando le cortan las alas. En este libro hay un solo volcán con muchas erupciones. Hay un viaje de vuelta en un taxi con un DNI que por fin dice: Carla Delgado Gómez. Cuarenta años de vida y lucha hasta lograr lo que el resto de personas tenemos por el mero hecho de haber nacido: el derecho a existir. Carla no recogió su DNI el 7 de julio de 2007, recogió el de todas las personas trans de este país que tienen un suelo que pisar gracias a ella, que sobrevivió al "tú te vas, pero nosotros nos quedamos", cada vez que volvía a Tenerife.

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Atravesó el abismo de un balcón en Benidorm, todas las versiones de mamá, el desconsuelo de papá y los excesos legítimos asociados a una mujer obligada a inventar la vida, la tierra y los océanos. Esos mares donde nos ahogamos pero que también son refugios. Mares dónde perdió la inocencia, dónde forjó una alianza y donde encontrará también, -esperemos que muy muy tarde-, el hogar infinito del Atlántico en las playas de Chimisay. Que nunca llegue el día en que descanse la mujer que nunca descansa.

La inmensidad de Carla Antonelli en este libro contrasta con el tamaño minúsculo de los ejércitos que han intentado, en los últimos tiempos, devolvernos a patadas al lugar del que logramos escapar. Pero toda luz proyecta una sombra, y en este libro, -como en este país-, la luz la puso Carla acompañada de miles de activistas del movimiento LGTBI. Y en las sombras, a lo lejos, pequeñitas, se ven aquellas personas que, al amparo de la oscuridad, intentan negarle a las personas el derecho a ser felices. Ay, el cinismo. Ojalá Carla Antonelli fuera una medicina que pudieran tomarse algunos para curar la transfobia. Para que aprendan cómo se conquista el futuro cuando el pasado te duele y el presente te ahoga.

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Javi Rodríguez

(La Palma, 1991) Periodista vinculado a la Cadena...