Sobre la prohibición de vender casas a los de fuera
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Alonso decidió ayer soltarse el pelo en la presentación de su candidatura europea, con una sentida soflama populista, censurando vehementemente la muy razonable declaración de la portavoz financiera de la Comisión, la italiana Francesca Dolboni, advirtiendo que prohibir la compra de viviendas a ciudadanos comunitarios supone una restricción de derechos que exige razones de interés general. Dolboni dijo algo absolutamente cierto: la restricción de la libertad de circulación de personas y capitales supone la quiebra de los principios y derechos básicos de la Unión Europea. Aparte de una babel de burocracias, Europa no es hoy mucho más que la PAC, el euro y la libre circulación. Sólo en aquellos países que negociaron antes de integrarse, se ha aceptado introducir restricciones. Plantearlas sin tener las cosas muy masticadas es asumir un fracaso melancólico.
Pero Alonso está en campaña: “no se me ocurre un interés general más imperioso que el hecho de que no haya viviendas para los canarios”. Es verdad: la ausencia de viviendas accesibles es un drama en esta región, pero la culpa no es de Europa. Si en Canarias no hay vivienda disponible, con 200.000 casas vacías, algo tendrá que ver con una dirigencia que no quiso regular dentro lo que ahora se quiere regular fuera. Por no hablar de los 25 años que llevamos sin construir vivienda social. Por cada vivienda social que hay hoy en Canarias, la media en Europa es de casi diez. ¿Se va a resolver eso restringiendo la libre circulación?
Puede estudiarse cualquier solución que ayude a resolver la escasez de vivienda disponible, incluso la de prohibir la venta a extranjeros. Pero no seamos tramposos: en campaña se dicen muchas chorradas, pero esto no se arregla con proclamas y discursos. Se arregla con leyes locales, y con dinero público invertido en bloques, cemento y ladrillos.




