Maltratadores: nuestro silencio les cobija

Resulta desalentador que a todo el esfuerzo y recursos destinados a la lucha contra la violencia de género no corresponda una disminución de los indicadores que la miden. Que las denuncias crezcan puede ser causado --y ojalá así sea--, porque las víctimas se atreven hoy más que ayer a enfrentarse a sus agresores. Pero que crezcan los delitos abre muchos interrogantes. Y sobre todo uno: ¿qué está fallando?

Somos un país pionero en legislar y movilizarnos a favor de la igualdad. Pero una cosa son las normas y las protestas y otra la realidad que se vive en cada trinchera, es decir en cada casa y cada caso. Y ahí nos topamos con que el nivel de tolerancia hacia los maltratadores es altísimo.

Se les condena y siguen como si nada, ejerciendo sus actividades profesionales sin consecuencia alguna; sin que se les pongan límites --el uso de armas por ejemplo--; o que sigan siendo referentes o promocionados mientras aún pesa sobre ellos esa condena. Por ello, algunos incluso reinciden.

O ponemos coto a las manifestaciones de maltrato que observamos en nuestro entorno familiar, profesional o social; o simplemente habremos de asumir que somos cómplices de estos agresores. Y que nuestro silencio, les cobija.