La paciencia tiene un límite
La impotencia y la frustración suelen ser las reacciones habituales entre los usuarios o consumidores de servicios abusivos, ya sean los bancos o las aerolíneas quienes los prestan. Es la batalla, en versión moderna, de David contra Goliat. El de grandes empresas que actúan como apisonadoras de los derechos de quienes consumen sus productos, frente a ciudadanos que pagan más de lo que deberían por ellos. En uno y otro caso hay sentencias o sanciones administrativas, como la que acaba de imponer el Ministerio de Consumo a varias compañías aéreas. Pero lejos de amedrentarse, o de hacer examen de conciencia y propósito de enmienda, los abusadores mantienen erre que erre sus malas prácticas, aunque se las afeen.
Solo la suma de individualidades de quienes reclaman y denuncian puede contribuir a cambiar inercias y malos hábitos, porque dejar de consumir sus servicios tóxicos no entra dentro de la ecuación de lo posible. Sobre todo si uno vive en Canarias y debe volar. Aunque a la acción colectiva debe acompañar un control efectivo de esas cláusulas o servicios complementarios abusivos, que disparan los precios. Hasta un 15 y 46% en el caso de los billetes de avión.
Las aerolíneas se pueden poner todo lo dignas que quieran, pero sería bueno recordarles que la paciencia tiene un límite. También la de los pasajeros.

Marta Cantero
He trabajado en diversos medios de comunicación de las Islas, tanto en Gran Canaria como en Tenerife,...




