Cuando España no quiso tener olímpicos canarios
Dos nadadores canarios fueron hasta los Juegos de Helsinki en 1952
Las Palmas de Gran Canaria
En los monolitos que recuerdan a los olímpicos canarios en la avenida de Las Alcaravaneras, junto al Club Náutico, no hay ningún nombre entre Londres 1948 y Roma 1960: oficialmente ningún deportista canario acudió a Helsinki 1952 y Melbourne 1956. Sin embargo a la cita en la capital finlandesa viajaron dos nadadores canarios que no pudieron participar en las pruebas en las que tenían incluso récords de España. Y es que uno de los mitos o leyendas urbanas más extendidas en el deporte canario es que "no nos dejan, no quieren que estemos allí" cuando se viran los resultados en fases de ascenso, en convocatorias de selecciones o similares. Ahora, en pleno siglo XXI suena a excusas de mal perdedor pero, como todo mito y leyenda, tiene algunos antecedentes.
Récords no reconocidos
A finales de los 40 y primeros años 50 Canarias era una potencia nacional en natación. Los deportistas de las islas brillaban en las tablas de récords y eran habituales en la selección española cuando se realizaban convocatorias para encuentros internacionales. Sin embargo sus registros eran puestos en duda en la península utilizando argumentos variados: decían que las piscinas no tenían las medidas oficiales, nadaban en agua salada o los cronometradores no estaban homologados. Estamos hablando de una época donde no había internet, ni televisión, ni nada por el estilo. Una de las excusas más llamativas es la de la temperatura del agua que en Canarias era más cálida que en el resto de España, y es que las piscinas de competición no estaban climatizadas. Jesús Domínguez en braza, Antonio Quevedo en espalda o Pastora Martín Fernández de la Torre en 200 metros libres, superaban sus propios registros pocos días antes de la cita olímpica.
Con todo esto llegó el momento de seleccionar a los deportistas que irían a los Juegos Olímpicos en la capital de Finlandia. Helsinki era la sede prevista en 1940, pero la Segunda Guerra Mundial obligó a aplazar la cita. Aunque se había abierto la vía en Londres 1948 con la participación de los nadadores canarios Francisco Calamita, Jesús Domínguez y Manuel Guerra, la lista definitiva dejaba en tierra a los isleños. La Federación española decidió enviar al equipo de waterpolo, que llevaba unos años entrenando en Barcelona, y que tres de ellos, Roberto Queralt, Ricardo Conde y Enrique Granados, participaran en la natación clásica. Las federaciones no manejaban tampoco los presupuestos que se disfrutan ahora, y España se ahorraba los desplazamientos y las estancias en la villa olímpica del barrio de Kapila.
Indignación y viaje por su cuenta
La prensa de la época refleja la indignación en las islas por excluir a sus nadadores, incluso en periódicos nacionales como 'Marca' o 'Mundo Deportivo' se reprochaba la elección federativa. Así surgió la idea de pagar el viaje hasta Escandinavia a nuestros deportistas y gracias a las gestiones del presidente del Real Club Victoria, Virgilio Suárez y de la naviera Fred Olsen con su delegado en Gran Canaria Mr. Staib, embarcaron a Antonio Quevedo hasta los juegos. Una travesía que comenzó el 12 de julio a bordo del navío 'Bohemud' y terminó tras pasar por Oslo y Copenhague, en Helsinki cuando se iniciaban las pruebas el 6 de agosto. A Quevedo se le unió unos días después Jesús Domínguez. Cuando ambos se presentaron ante los representantes de la delegación española en la villa olímpica, los de natación dijeron que estaban dispuestos a admitirlos, pero el Comité Olímpico Español argumentó que no estaban inscritos. El caso es que no tenían donde quedarse y terminaron acogidos por la delegación argentina.
Entrenando con Argentina
El equipo sudamericano se había desplazado en un barco, el 'Le Maire', que tras hacer escala en Recife había parado en los puertos canarios con 174 atletas, todos salvo los de tiro, remo y maratón, que viajaron en avión. En Helsinki ofrecieron su apoyo a Quevedo y Domínguez que reforzaron su equipo de waterpolo en los entrenamientos. Cuando terminaron los juegos de regreso a su país, los argentinos fueron agasajados en las islas con cena y fiesta en el Club Náutico cuando recalaron en el barco 'Bahía Buen Suceso', en su singladura a Buenos Aires.
El viaje, aunque frustrante por no competir, fue provechoso especialmente para Antonio Quevedo. Domínguez ya conocía el espíritu y el ambiente olímpico de Londres, pero Quevedo era debutante y su aventura se plasmó en la prensa canaria. El diario 'Falange', la cabecera antecedente de 'El Eco de Canarias' publicó su diario desde la Juegos Olímpicos, escritas al borde de la piscina del Estadio de Natación en la zona de Elaintarha, al noroeste de Helsinki, y muy cerca del Estadio donde brillaron figuras como Emil Zatopek, la estrella de la época en el atletismo de larga distancia.