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El triste 'circo' del CD Tenerife: las claves de una crisis sin precedentes

La afición se manifestará en la calle, el director deportivo dice que apoyaría la protesta y luego rectifica, el presidente está "abatido" y el Cabildo amenaza con retirar su subvención

Santiago Pozas, José Miguel Garrido y Juan Guerrero.

Santa Cruz de Tenerife

¿Qué pasa en el Club Deportivo Tenerife? Muchos ojos miran con extrañeza estos días a la situación del histórico club canario en Segunda División. Colista con un punto sobre 12 posibles, su afición ha convocado una manifestación que se prevé multitudinaria para el próximo 22 de septiembre -una hora antes del partido en el Heliodoro contra el Sporting- y que pretende mostrar su rechazo absoluto al actual modelo de gestión. "Un sistema anómalo", en palabras del propio presidente del club, Paulino Rivero, conocido por su vasta trayectoria política (estuvo al frente de la Comunidad Autónoma de Canarias y de la Comisión de Investigación por el 11-M).

El propio Rivero ponía el dedo en la llaga con sus manifestaciones del pasado 5 de septiembre en Radio Club Tenerife: "El sistema no funciona, no va". El modelo chirría, y es así por el excesivo intervencionismo del máximo accionista, José Miguel Garrido Cristo, hombre controvertido, de carácter volcánico y ciclotímico, condenado por evasión fiscal (en el marco del caso Nummaria) y conocido por su muy excesiva implicación en la gestión. "El club es su juguete", aseguran desde dentro, donde ya le comparan con Peter Lim.

Aunque no tenga cargo orgánico alguno en el conjunto blanquiazul, desde su condición de principal accionista no tiene reparos en llamar al jefe de prensa para ordenar la convocatoria de una rueda de prensa del director deportivo; o molestar a un futbolista en sus vacaciones con llamadas a deshoras para contarle cuál va a ser su rol en el proyecto. Su influencia en el área deportiva va mucho más allá de puntuales interferencias. En realidad, él lo decide todo. De hecho, fue el único en el club partidario de la permanencia en el banquillo de Asier Garitano, a quien mantuvo la temporada pasada hasta la última jornada a pesar del criterio contrario de su consejero deportivo, Juan Guerrero; y del director del área de fútbol, Mauro Pérez. Hasta estaba apalabrado -y mucho más que eso- el fichaje de Pepe Mel como recambio para el vasco.

Este verano, Garrido también decidió por sí solo el fichaje del nuevo entrenador. Tras entrevistarse con una decena de candidatos en un hotel de Madrid, dio una pirueta impensada con la elección de Óscar Cano, contraviniendo los requisitos que él mismo había anticipado en numerosas entrevistas. En una de ellas, subrayó que era indispensable que el entrenador elegido tuviera experiencias de éxito en la búsqueda del ascenso a la máxima categoría. La tenían Vicente Moreno y Paco López, sus primeros candidatos, no así Cano, que venía de un descenso a Segunda RFEF con el Sabadell. La contestación por parte de la afición fue rotunda. Así, el Heliodoro reprobó la controvertida decisión en la última jornada de la temporada pasada, cuando empezó a oírse un atronador "¡Garrido, vete ya!" desde todos los graderíos del estadio. Un deseo ahora unánime, que comparten empleados del club, aficionados, peñistas y hasta algunos jugadores.

El expresidente del Albacete ha conseguido lo impensable: unir incluso a enemigos íntimos o propiciar una declaración pública de la presidenta del Cabildo, principal patrocinador del club. Rosa Dávila asegura que su salida es ya "inaplazable". La pregunta que cabe hacerse es: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? La realidad es que Garrido ha tirado por la borda en tiempo récord el extraordinario patrimonio que tenía hace un año: récord de abonados, un público volcado, lleno incluso en un entrenamiento estival a puertas abiertas, entusiasmo colectivo por la repatriación de Ángel Rodríguez y otros muchos acontecimientos felices que habían sucedido tras el esperado adiós a Miguel Concepción, presidente de una mediocre y larga etapa de 17 años.

"Hace un año, el clima era muy diferente. Los medios aplaudían el cambio porque realmente muchas cosas se estaban haciendo bien. Desde dentro, funcionábamos como un equipo. Nos dejaban hacer. Pero por razones que desconocemos, todo empieza a cambiar y el ambiente se vuelve irrespirable. Me pregunto muchas veces cuándo fue eso, si cuando los resultados dejaron de acompañar o cuando se empeñó en mantener a Asier, pero al final ha ocurrido como en la fábula del escorpión y la rana. El escorpión acaba demostrando su verdadera naturaleza, y acaba comportándose como lo que es", relata un exempleado de la institución.

Quienes mejor le conocen creen que a Garrido le han fallado la falta de pericia, la vulgaridad en las formas, el talante, la soberbia y, sobre todo, la intención de influir en todo. Su verano ha sido estrepitoso. Tras la elección de Cano, que intentaron frenar algunos accionistas de referencia, llegó la proyección de un 'spot' impresentable para la campaña de abonos (con una referencia al eterno rival, la UD Las Palmas, que supo aprovechar a su favor el equipo amarillo). Ahí también tuvo su cuota de culpa relevante el propio Garrido, que había vetado el anuncio publicitario inicialmente aprobado por el presidente, el director general y los responsables de Comunicación y Márketing. No le gustó porque en el 'spot' primigenio se pedía perdón por los pecados cometidos por el club durante la temporada anterior. Rectificar no casa con su ego.

Tras la polémica estruendosa de la campaña de abonos vino el cese del jefe de Márketing, a quien eligió como cabeza de turco; el trato indecente a un canterano como Pablo Hernández; las salidas de jugadores queridos por la afición como Sipcic o Corredera, traspasado con el mercado cerrado y sin opción de buscar un recambio; y el enfrentamiento entre sus dos hombres fuertes del área deportiva, que casi ni se dirigen la palabra. Uno de ellos es Juan Guerrero, que fracasó como director deportivo del Castellón y que apenas aparece por la Isla mientras Garrido, tampoco, pues dirige con el mando a distancia desde Londres. Otro episodio lamentable fue el inexplicable veto a Ayoze García, histórico exfutbolista de la institución, a quien otro ilustre como Cristo Marrero había pedido como segundo entrenador para un equipo de cantera. El propio afectado contó en la SER que llegaron a poner trabas a la progresión de su hijo en el área de fútbol base. Oír para creer.

Esta sucesión de capítulos inefables ha venido acompañada de una crisis digital impropia de un club deportivo profesional y que ha irritado sobremanera al presidente Rivero, que tiene un papel institucional y sin apenas margen de maniobra. El caso es que dos cuentas en X (antes Twitter) han caldeado el ambiente hasta límites insospechados. La primera, con el nombre del propio Garrido y asociada al máximo accionista, llegó a llamar "indígenas" a los abonados del Tenerife. La segunda y más polémica tiene una indiscutible vinculación a su equipo de trabajo; y ha filtrado todo tipo de información sensible relacionada con el club, ha vejado a sus propios empleados y ha generado un ambiente irrespirable dentro y fuera de la institución. Por el camino ha habido también amenazas físicas a periodistas, señalamiento a jugadores del equipo -por la misma vía de las redes- y una decisión absolutamente elocuente: la de Garrido, que ya no viene a Tenerife por temor a escuchar el clamor popular. Sí lo hacía con frecuencia en tiempos pretéritos, cuando incluso llegó a romper un billete de 50 euros delante de toda su plantilla con la intención de aquello sirviera como metáfora. De que se juega su dinero, tras una inversión que supera los nueve millones de euros.

El madrileño admite ahora problemas de agenda para no aparecer por los partidos del Heliodoro. Sí que estuvo en la concentración veraniega del equipo en El Albir, donde pudo vérsele dando indicaciones técnicas a los futbolistas. Para asombro de todos ellos, en Cádiz y después de un mal resultado (de un 0-2 a un 2-2), se atrevió a darles una charla en la cena del equipo. Ante el semblante de los jugadores, la redujo y la dejó en tres minutos de arenga. El dirigente que se cree el nuevo Santiago Bernabéu cuenta historias casi fabulosas a todos los interlocutores que no le han bloqueado en su agenda de contactos. A un periodista le llamó 51 veces seguidas. A uno de los capitanes del Tenerife no tantas, pero sí suficientes como para que se quejara de esta obsesión casi compulsiva del peculiar dirigente blanquiazul, que no tiene cargo pero ordena y manda.

"Si es tan bueno como dice, ¿por qué no está en el Madrid o en el Barça", se pregunta un consejero. Otro alto cargo del club asegura haber oído a Garrido presumir de que tiene un equipo de asesores en la sombra. Entre ellos cita incluso a algún entrenador en activo o a directores deportivos que están ahora mismo en otros clubes. "El relato es tan asombroso que ya no sabemos cuándo miente y cuándo dice la verdad", afirma un accionista relevante del club. "Él se cree que sabe de todo: de comunicación, de márketing y por supuesto de fútbol", añade otro. Y en medio de esta tormenta y crisis irreversible de credibilidad, el enfado mayúsculo de una afición que ha agotado la paciencia. También la han perdido los socios que apoyaron esta aventura (los empresarios locales Amid Achi, Conrado González y el expresidente Miguel Concepción, que unieron sus acciones a las suyas). Mientras buscan la fórmula para salir de este laberinto, Garrido trata de convencerles de que la rebelión de la afición es culpa de la prensa.

Las dudas sobre su errática gestión son de tamaño mayúsculo. Empleados de la institución se preguntan por qué el empeño en hacer casi todas las operaciones con los dos mismos agentes, por qué ha desaparecido del mapa el consejero Guerrero y cómo es posible que Garrido permita el circo digital de las cuentas de Twitter, que tienen al vestuario al borde del hartazgo. No en vano, el presidente se llevó a almorzar hace unos días al capitán Aitor Sanz para pedirle paciencia y que se aíslen de la astracanada diaria. "No podemos permitirnos que el club parezca un circo", ha denunciado el vicepresidente del Cabildo.

Hace unos meses, cuando aún se dejaba ver por la Isla y elegía un hotel de cinco estrellas como cuartel general para recibir a futbolistas, técnicos y otros invitados, Garrido tuvo un día la ocurrencia de hacer un encuentro con peñistas. Les dijo que esta temporada iba a ocurrir algo grande. Lo que nadie imaginó, tampoco él, es que lo que va a ocurrir es una manifestación histórica, masiva, que ha puesto a todos de acuerdo en que este modelo no puede seguir vigente ni un minuto más. Amenaza con llevarse por delante a un club histórico del fútbol español. La afición intenta impedirlo.

 
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