Sobre la situación en Oriente Próximo
Existe una desproporción evidente entre la capacidad de Israel y sus servicios secretos para actuar –ya sea con la precisión quirúrgica con la que nos han sorprendido estos días, o en bombardeos destinados a provocar terror en la población, sin la menor cautela para evitar ‘daños colaterales’- contra los mandamases de Hamás, Hizbulá o los huties de Yemen, y la de estas milicias –todas ellas financiadas por Irán- para crear un daño que suponga riesgo real para la desaparición del Estado de Israel.
Es esta una guerra desigual, en la que Israel e Irán sacrifican vicariamente a la población civil, y que –ocurra lo que ocurra en los próximos meses- no va a ganar nadie, pero van a perder la vida miles de palestinos y libaneses, algunos centenares de soldados israelitas y puede que algunos súbditos de la dictadura de los ayatolás, mientras la comunidad internacional ensaya condenas o advertencias que no tienen valor alguno, porque la política de los países en relación a las situaciones de guerra no tiene que ver ni con la moral, ni con la verdad, ni con el derecho, sino con los intereses o las alianzas.




