Pobre sur

Hubo un tiempo, no lejano, en que se alcanzó fama la expresión "el sur también existe". Fue un modo, más bien efímero, de defender el mismo bienestar del que disfrutan los ciudadanos del norte. De cualquier norte. Porque lo más sorprendente es que las desigualdades entre quienes vivimos por encima o por debajo del hemisferio se reproducen a nivel planetario, pero también en cada continente, en cada país y en cada región. Es difícil entender qué estructura territorial, más allá de la evolución histórica de cada terruño, se perpetúa a través de los años sin que la política cambie un ápice los indicadores que constatan que el sur es siempre más pobre que el norte. Y que ese mal reparto de la riqueza persiste, erre que erro, como si fuera una maldición divina haber nacido arriba o abajo.

La gran pregunta es: ¿por qué no logra modificarse esa estructura, siquiera un ápice? La respuesta quizá esté en la película El Hoyo, la deprimente métafora de una realidad que cada informe de evaluación de la pobreza constata: que es la avaricia de los que están arriba lo impide que llegue algo a los que, como Canarias, están abajo. Al sur del sur.