Sobre la cara de Torres
EL ENFOQUE 15 OCTUBRE
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Torres no reconoce haber mentido, ni haberse equivocado, ni haber cambiado de opinión, ni haber ocultado nada, ni haber dado jamás una instrucción a los funcionarios, a sus consejeros, a Antonio Olivera, a los miembros del Comité sin actas, aunque el informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil apunte claramente lo contrario.
Torres ha sido ejemplar, diáfano, preciso, transparente en toda su ejecutoria durante la pandemia. Sólo buscó “salvar vidas”. Cuando recibía mensajes de Koldo informándole de que ya había cobrado cinco millones pero le faltaban dostrescientos, lo hacía por “salvar vidas”. Cuando Koldo le explicaba lo cojonudo que iba a ser que Canarias se gastara los cuartos en PCRs, comprando a la empresa que le pagaba comisiones, Torres entendía lo cojonudo que era contratar con la empresa de Koldo porque contratar con ella era “salvar vidas”, y contratar con otra, pues quizá no. Cuando Torres dijo que “no le ponía cara a Tapias” no es que estuviera diciendo que no le conociera o que no se hubiera reunido con él nunca, es que no se acordaba de haberlo hecho, ni se acuerda ahora, aunque ahora le parece que sí hubo una reunión en el Parlamento, porque su memoria está bastante maltratada por todo ese tiempo ocupado en “salvar vidas” y participando en cenáculos con empresarios y comisionistas que también trabajaban para “salvar vidas”, empezando por las suyas.
Torres no dio ayer ni una sola explicación convincente a ninguna de las dudas suscitadas por su comportamiento, ni una respuesta a sus contradicciones, silencios o falsedades, y siguió mareando la perdiz con su habitual técnica de confundir negando sin acabar de negar o afirmando sin afirmar cosas que quiere decir, pero no dice. Y luego está lo que a Torres le sale mejor, que es poner esa carita de hombre bueno, afectuoso y decente, de abueleteprecoz, de tipo incapaz de hacerle año a un mosquito. Esa cara que le sale taaaaan bien. El Torres de la rueda de prensa de ayer sacó la cara de su resilente bonhomía durante unos minutos, pero no fue capaz de contenerse todo el tiempo. Quizá ha pasado ya tanto tiempo cerca de Sánchez que se le han contagiado las formas y los gestos. Aseguró sentirse más fuerte que nunca. Más seguro que nunca. Más firme que nunca. Y claro, volvió a ponérsele cara de estar mintiendo.