Opinión

Sobre el modelo de Viena

EL ENFOQUE 16 OCTUBRE

EL ENFOQUE 16 OCTUBRE

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En todos los lugares donde se ha intentado mejorar la situación del alquiler regulando precios –un eufemismo para ocultar que de lo que se trata es de limitar artificialmente los precios- lo que ocurre es que el parque de vivienda disponible para alquiler ha menguado, la oferta ha retrocedido y los precios se han disparado. En todos los sitios donde se ha intentado mejorar la disponibilidad de vivienda frenando precios, la oferta se ha hundido, y el resultado al final es que se alquila menos. Sólo existe una excepción a esa regla, que es la ciudad de Viena. Es el único municipio del mundo que ha logrado controlar los precios por ley, y al mismo tiempo expandir la oferta y lograr que decenas de miles de ciudadanos alquilen en los últimos años. ¿Y por qué ocurre así? Pues porque en Viena se han construido centenares de miles de viviendas sociales desde el fin de la Segunda Guerra, y no ha dejado de hacerse en las últimas dos décadas. La ciudad es hoy propietaria de más de la mitad de las viviendas en alquiler, situadas por cierto en zonas estupendas, con buenos servicios y construidas con especificaciones técnicas de altísima calidad. Casi un millón de personas, la mitad de la población de Viena, vive en pisos sociales y viviendas subvencionadas. Viena es hoy una de las mejores ciudades para vivir de todo el mundo.

Pero eso no es gratis: el presupuesto anual que el municipio invierte en vivienda social supera los 400 millones de euros, el más alto del planeta y en una ciudad relativamente pequeña. Se financia con un impuesto específico a la vivienda que pagan todos los austriacos, con cargo a sus ingresos brutos, y que también pagan las empresas en función de sus beneficios, y que se destina exclusivamente a la construcción. La ciudad sigue subvencionando alrededor de seis mil nuevos pisos por año.

El debate en Viena es si deben subir los impuestos para financiar más viviendas, cada vez más lejos del centro, donde la gente no quiere vivir. Es un debate adulto, en el que se ponen en juego deseos, intereses y costes. Un debate alejado de la infantil cerrilidad de nuestros dirigentes, que nos mienten diciendo que todo puede lograrse a golpe de decreto. Sin que hacerlo le cueste nada a nadie. Ni siquiera los 200 millones con los que Sánchez entretiene al personal.

 
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