La calle protesta, no gobierna
LA MIRADA 21 OCTUBRE
La calle, en democracia, es un importante espacio de opinión que conviene no despreciar. En ella, la ciudadanía mete presión para que las decisiones políticas se ajusten a lo que consideran oportuno. Y puede funcionar para cambiar algunas, sobre todo si es la convocatoria es masiva.
Lo que no cabe es que quienes convocan una movilización se autoproclamen portavoces de toda una sociedad y crean que ellos pueden dirigir la política de un país o una región. Las reglas del juego no son esas. Menos aún cuando se trata de gestionar algo tan complejo como es la actividad turística.
No hay pócimas mágicas para convertir una industria masiva en sostenible de un mes para otro. Quien diga que tiene la solución, o es un ingenuo o miente a conciencia.
La respuesta a los desafíos del turismo no llegará descalificando al gobernante de turno o increpando al visitante. El único camino es justo el contrario, dialogar, dialogar y dialogar para acertar en la correcta gestión del éxito.