Sobre la pobreza en Canarias
EL ENFOQUE 21 OCTUBRE
Andamos enredados en el análisis de las cifras de ayer, si diez o quince mil personas son muchas o son pocas comparadas con los miles que se movilizaron en todas las islas en abril, y si hay que fiarse de los datos que dan los manifestantes o los de la Delegación del Gobierno. Sinceramente, creo que se trata de una discusión inútil, un entretenimiento frívolo que no lleva a ningún lado. Salgan los que salgan a la calle o a la playas a protestar contra el turismo, esta región no puede cambiar su modelo económico prescindiendo de su actividad principal. Plantear ese objetivo es un disparate, una fantasía propia de polpotianos que solo nos conducirá a la melancolía. Se trata de una propuesta estéril y sin sentido.
Pero que el turismo sea el principal motor de nuestro desarrollo económico, y no existan ni puedan existir alternativas realistas a esa situación, no implica que el sector, a pesar de su madurez y consolidación, no adolezca de defectos importantes, como su recurrente incapacidad para atraer a mano de obra local, la influencia de la llegada de trabajadores extranjeros en la escasez de vivienda, el escaso interés del sector por interactuar como acelerador en otros, como la agricultura, y -sobre todo- la desigualdad en el reparto de riqueza que caracteriza a las economías terciarizadas: el turismo implica importantes beneficios para las islas, pero esos beneficios se reparten mal, concentrándose en pocas manos, y muchas veces en empresas de capital foráneo que funcionan con mentalidad extractiva, dejando en las islas (en las nuestras, a Baleares si llegan las rentas) solo una parte de los beneficios.
Ninguno de los gobiernos de esta región se ha ocupado de intentar resolver estos problemas. A todos les ha bastado con que el turismo cuadre los ingresos del presupuesto regional. Y ese es el drama. A los que creen que el modelo turístico dejará de ser el centro de nuestra economía amedrentando o insultando a los turistas en las playas, hay que responderles mejorando el reparto de la riqueza, ordenando la actividad y planteando límites razonables al crecimiento. Porque se puede morir de éxito.