Sociedad

SER Historia se acerca a los archivos de la Casa Fuerte de Adeje

La Casa Fuerte, residencia fortificada, mezcla de casa de campo y fortaleza, es una construcción imponente y unos de los más soberbios testigos de la historia de Adeje. Constaba de castillo y torre del homenaje, almacenes, graneros, cuadra, herrería, panadería, hornos, viviendas para la servidumbre y para los administradores, oratorio y palacio principal. Según el naturalista francés Sabino Berthelot “la habitación más importante es la Sala de Archivos”, que contaba con cuatro grandes armarios repletos de documentos, definidos por el historiador Viera y Clavijo como “el Tesoro de las Canarias”. Un tesoro, sin duda, para los historiadores e investigadores que Nacho Ares, junto a todo el equipo de SER Historia, ha querido conocer de primera mano, con un programa especial desde el Convento Franciscano de Adeje.

El arranque, en el cronovisor, con Jesús Callejo, se centró en conocer un poco más la realidad de las incursiones piratas desde el siglo XVI. Para ello, Callejo y Ares contaron con la presencia de la historiadora tinerfeña Carmen Rosa Pérez Barrios. Junto a ella, bucearon especialmente en el episodio que tuvo lugar en el año 1746. El suceso está recogido en un libro encargado por Magdalena Luisa de Llarena y Viñas, la marquesa de Adeje, que lleva por título Libro de Milagros de Nuestra Señora de la Encarnación. Los piratas llegaron al puerto de Los Cristianos (Arona) y atacaron la zona. Y según unas 100 personas que se refugiaron en la ermita de la dicen que vieron que la imagen de la Virgen brillaba. Y a pesar del largo asedio y la lluvia de metralla, efectivamente, no hubo fallecidos.

Este es un extracto de los testimonios:

Y llevando las balas a unos los sombreros, a otros las hachas que aquella noche traían en las manos, a otros dándoles tan cerca que les cegaba el polvo que levantaban las balas, a otros les pasaba por las piernas y caían como amortecidos y después se levantaban sanos con las balas en las manos, a otros dieron pedazos de riscos que quebrantaban las balas y preguntados respondían alegres que nada les había sucedido; y viendo estos prodigios mas y mas clamaban todos a gritos llamando por Nuestra Señora de la Encarnación”.

Se da la circunstancia de que el propio alcalde del municipio sureño, José Miguel Rodríguez Fraga, jugó un papel fundamental en la recuperación de este texto, ya que fue él quien lo encontró de forma fortuita y se encargó de transcribirlo. Un hallazgo emocionante para cualquier estudioso que narró personalmente a Nacho Ares durante su intervención en el programa.

La importancia del archivo y su digitalización como fondos relevantes para los estudios de la historia tanto del municipio como de la Isla y de Canarias, fue abordada con la participación de Belén Alayón, archivera municipal, y José Gregorio Cabrera, quien apuntó en la dirección del misterio que existe en torno a la imagen de La Candelaria de Adeje, de la que algunas teorías apuntan que sea la talla original.

Tenerife y los piratas

Origen

La historia de Adeje, y la de la Casa Fuerte en particular, va muy ligada a la de Don Pedro de Ponte y Vergara, regidor perpetuo de Tenerife, de origen genovés. Fue él quien solicitó la autorización para la construcción de la Casa Fuerte, que fue dada en Valladolid por Real Decreto el 2 de mayo de 1555. La solicitud se basaba en la necesidad de que Adeje dispusiera de medios de defensa ante los sucesivos ataques de piratas. De esta forma, Don Pedro de Ponte fue nombrado alcaide perpetuo con carácter hereditario.

Una vez construida la Casa Fuerte, Pedro de Ponte solicitó a la Corona, en 1558, el señorío jurisdiccional para Adeje, que le fue denegado ante la tenaz oposición de los vecinos y del Cabildo de la Isla de Tenerife. Un siglo después, un descendiente, Juan Bautista de Ponte y Pagés, quinto poseedor del mayorazgo y alcaidía de la Casa Fuerte, logró culminar las aspiraciones de su tatarabuelo don Pedro y obtuvo del rey Felipe IV por Real Cédula, fechada en Madrid el 21 de noviembre de 1655, la jurisdicción del lugar y el privilegio de inmunidad contra las actuaciones del corregidor y del Cabildo. Asimismo se concede el título de Villa a Adeje, con los mismos privilegios que gozaban otras villas. Se le dio facultad al señor para nombrar alcalde mayor y ordinario, regidores, jurados, escribanos, alguaciles, guardas y los ministros de justicia que estimase necesarios, además controlaba la autoridad militar, que jugaría un importante papel en la defensa de las costas del sur de Tenerife.

En 1666, el rey Carlos II concede el título de Marqués de Adeje con carácter sucesorio a don Juan Bautista de Ponte, atendiendo a la calidad de los servicios prestados a la corona. Según el historiador Viera y Clavijo, el primer marqués de Adeje hizo de su estado y villa una de las posesiones más bellas de Tenerife, puesto que una parte considerable de sus rentas fueron invertidas en la ampliación y mejora de la Casa Fuerte, de la iglesia parroquial y, sobre todo, en la construcción del convento Franciscano de Nuestra Señora de Guadalupe y San Pablo en 1679.

La Casa Fuerte, declarada Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento y la protección de su entorno, denotan la importancia histórica que esta fortaleza y casa señorial ostentó como centro político, económico y social durante cuatrocientos años, así como el destacado papel que jugó en la defensa de las costas del sur frente a los ataques de los corsarios, convirtiéndose en un símbolo para la Villa de Adeje.

Características

Su construcción se estima alrededor de 1556, de planta casi cuadrada, ocupaba una superficie de 9024 varas castellanas o 7200 metros cuadrados, constaba de castillo y torre del homenaje, almacenes, graneros, cuadra herrería, panadería y hornos, viviendas de la servidumbre y de los administradores, oratorio y palacio principal. Un punto importante a destacar es el el ingenio de azúcar, uno de los más importantes de Canarias, que estuvo en funcionamiento hasta el siglo XIX. Otro de los aspectos significativos de la Casa Fuerte lo conformó la sala de los archivos, según el naturalista francés Berthelot ”la habitación más importante de la casa, con cuatro grandes armarios repletos de documentos” y llamado por el historiador Viera y Clavijo, “el tesoro de las Canarias “. Los documentos originales del Archivo se encuentran en el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria y en la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife, aunque el Ayuntamiento de Adeje cuenta con una copia digitalizada en su Archivo Histórico tras establecer convenios con ambas instituciones.

Durante el siglo XIX, la Villa de Adeje va a sufrir cambios políticos, con la incorporación de los señoríos jurisdiccionales a la nación en 1811, eliminando definitivamente el régimen señorial, eligiendo a partir de este momento los vecinos sus autoridades, a raíz de la creación de los primeros ayuntamientos constitucionales.

En Adeje, la depresión socio económica que afectó a las islas, no alcanzó los niveles de otras partes de la geografía insular, debido tanto a la introducción de nuevos cultivos, como la cochinilla, como a que se caracterizó históricamente por ser una extensa área de regadío en el árido sur insular. La presencia de importantes recursos hídricos y su clima eran adecuados para la introducción de nuevos cultivos de exportación, como el tomate y el plátano, destinados a los mercados europeos, que a principios del siglo XX van a reactivar la economía local.

Así, las antiguas propiedades de la Casa Fuerte fueron adquiridas por empresas foráneas, como los Curbelo, la Casa Fyffes, la Compañía Agrícola de Tenerife, Entrecanales y Larrarte, y por familias del lugar, que van a iniciar una reactivación de la economía, mejorando las infraestructuras. Se construye el canal de sur, se mejoran los puertos y las carreteras, convirtiendo Adeje en uno de los municipios más importantes de Canarias en el aspecto agrícola.

La expansión de los nuevos cultivos va a tener efectos positivos sobre la sociedad local, mejorando considerablemente las condiciones de vida de los adejeros y adejeras, pues a principios de siglo XX ya contaba con escuelas de primeras letras, con médico propio, Banda de Música y equipo de fútbol.

Sin embargo, el verdadero cambio llegaría a finales de los años sesenta con el desarrollo turístico que alteraría la estructura económica y social de Adeje. Las excelentes condiciones climáticas de Adeje, municipio orientado hacia el suroeste de la isla de Tenerife, favoreció el desarrollo de las infraestructuras turísticas en el litoral, comenzando a gestarse el complejo urbanístico conocido como Playa de las Américas. Siendo a partir de 1996 cuando se denominará a toda la zona turística con el nombre genérico de Costa Adeje.

Como consecuencia de la nueva situación socio-económica, no sólo va a verse modificado el panorama paisajístico, sino también el humano.

Uno de los aspectos más significativos ha sido el incremento de la población. El municipio de Adeje se configura como uno de los focos de inmigración más importantes de la isla de Tenerife, favorecido por el crecimiento turístico de la zona, que ha propiciado un aumento progresivo de la llegada de población foránea, para trabajar fundamentalmente en el sector servicios.