Sobre Errejón
EL ENFOQUE 28 OCTUBRE
Algunos creen que la presunción de inocencia sólo vale para los amigos, los que nos caen bien, o los ideológicamente afines. Pero España sigue siendo a pesar de sus muchos defectos un Estado de Derecho, y Errejón es inocente hasta que se pruebe lo contrario. Con los argumentos esgrimidos, a mí no me alcanza el tipo a delictivo y él se me queda en engreído macho alfa que ha leído más a Gramsci que a Ovidio. ¿Por qué, entonces, la cobarde cartita de disculpas plagada de reflexiones sobre el ser, la nada, la masculinidad tóxica, la culpa y el acompañamiento psicológico, sea eso lo que sea? Pues probablemente porque Errejón teme que haya más mujeres dispuestas a apurar sus encuentros y a contar otras noches de fracaso entre excesos de polvo y ausencia de sexo. Teme que los suyos le crucifiquen –como se han apresurado a hacer-, o que su ahora enemigo Pablo -ése que disfrutaría “azotando hasta sangrar” a Mariló Montero- lo machaque vilmente en la tele, la misma noche en que él se va.
Este patio se vuelve cada vez más peligroso: basta una anónima denuncia para ser colgado, y ya no te libra ni que tires cobardemente la toalla y prefieras no defenderte, a admitir que el sistema que has ayudado a crear da asco. A mi toda la historia me parece humo, morbo, basurilla woke y revancha. De algún ser humano herido, y más aún de los enemigos de tu bando –Podemos y el PSOE- y del bando contrario –PP y Vox- decididos a recrear un auto de fe, un proceso inquisitorial y moralista contra un cuarentón pijoprogre al que le gustan las rarezas.