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El Parque Nacional de Timanfaya propone un modelo de visita sostenible donde predomine el contacto con la naturaleza

La geógrafa Carmen Romero recuperó la “memoria histórica” de las erupciones y Pascual Gil, director-conservador de Timanfaya, explicó las líneas de trabajo del parque nacional para el futuro próximo, en el ciclo dedicado al medio natural

La geógrafa Carmen Romero y Pascual Gil, director-conservador de Timanfaya. / Cadena SER

Arrecife

El 94% de la superficie del Parque Nacional de Timanfaya es una reserva, un área cerrada al uso público para “asegurar la conservación de sus valores naturales”. Estos ecosistemas que la ley de Parques Nacionales trata de preservar son una extraordinaria fuente de conocimiento que debe ser divulgado a la ciudadanía.

Así comenzó el pasado viernes 25 de octubre la conferencia de Pascual Gil, director-conservador del Parque Nacional de Timanfaya, que explicó cómo se gestiona el parque lanzaroteño y los trabajos que está desarrollando actualmente.

Desde la aprobación de la Ley 30/2014 de la Red de Parques Nacionales, la gestión y organización de los parques nacionales de España corresponde a los gobiernos de las comunidades autónomas, en este caso a la consejería de Transición Ecológica y Energía del Gobierno de Canarias, que se ocupa del Centro de Visitantes e Interpretación de Timanfaya -epicentro divulgativo del parque- y de las rutas de Tremesana y del litoral, de carácter gratuito y que únicamente se pueden realizar mediante reserva previa.

Un guía especializado en la interpretación de la naturaleza de Timanfaya explica los fundamentos geológicos, culturales, florísticos y faunísticos a grupos de nueve personas que caminan por el volcán y entran en contacto directo con este fascinante medio natural. “Hemos reforzado estas visitas y estamos llegando a 8.000 usuarios al año”, explicó el director de Timanfaya.

Según un reciente estudio de públicos realizado por el parque nacional, los visitantes demandan más información y poder dar un paseo durante su visita al centro turístico de Montañas del Fuego. Esto confirma las propuestas que el Parque Nacional de Timanfaya promueve desde 2014 para que el acceso al Islote de Hilario se haga también en guagua, transformando el actual aparcamiento en una zona de paseo y contacto con el medio natural.

Otros de los trabajos que ha desarrollado el parque es una aplicación que registra y geolocaliza las incidencias medioambientales que se producen y un inventario de cultivos: “Estamos realizando estudios genéticos sobre las variedades de higuera y vamos a localizar a los propietarios” para recuperar y mantener los 1.100 árboles frutales que quedan en el parque. También se está trabajando en un proyecto de energías renovables y en un aula virtual que pondrá a disposición de la ciudadanía todos los trabajos de investigación realizados en Timanfaya desde su declaración como parque nacional.

“Recuperar la memoria histórica”

Carmen Romero hizo un repaso de las 18 erupciones históricas de Canarias, mucho más complejas y heterogéneas de la imagen que tenemos de ellas. Las de Timanfaya en concreto “nos enseñan mucho porque no están muy retocadas por la erosión y podemos ver bien los depósitos”: tuvieron el índice de explosividad más alto de todas las erupciones canarias y generaron la superficie cubierta por la lava más extensa de todo el archipiélago. Las cenizas se adentraron 60 km en Fuerteventura y crearon islas flotantes de 5 km de longitud en el mar.

Existen muchas fuentes que relatan la gestión de las 18 crisis volcánicas documentadas en Canarias: sabemos que hubo 17.000 evacuados, 25 muertos y 12 heridos, la mayoría por casas desplomadas. Y es que “ya desde el siglo XVI las autoridades toman medidas frente a las erupciones”, programando evacuaciones preventivas. Aquella sociedad sacralizada que consideraba la erupción un castigo divino, supo gestionar la crisis “como una calamidad pública”.

El mejor ejemplo es la última erupción de Lanzarote de 1824. Temiendo un segundo Timanfaya, las autoridades se ocuparon de “medir la progresión de la grieta eruptiva” y crearon grupos de trabajo, como hace hoy el Plan Especial de Protección Civil y Atención de Emergencias por riesgo volcánico en Canarias (PEVOLCA). La ermita de San Rafael de Teguise (Lanzarote) se convirtió así en el primer observatorio volcanológico de Canarias.

“Los canarios no hemos estado nunca de espaldas al volcán, la población sabía lo que tenía que hacer”, recordó la doctora Romero, haciendo especial hincapié en la necesidad de “recuperar nuestra memoria histórica".

 
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