Sobre la tregua de Santander
La opinión de Francisco Pomares: "Sobre la tregua de Santander"
El encuentro de Sánchez con los presidentes de las comunidades autónomas tuvo sus momentos desagradables y sus momentos distendidos. A ratos pareció que la política española entraba en un tiempo de tregua y no beligerancia ente los dos grandes partidos, que podían hablarse y escucharse unos a otros, rompiendo la maldición de los días previos. Vano espejismo: el encuentro del viernes duró seis o siete horas, contando los paseítos y saludas por el jardín. Podía suponerse al menos un fin de semana de espera, hasta los matinales de La 1 y las notas de prensa, antes de volver a la batalla. Pero ni eso.
El sábado ya se publicaron en los periódicos las primeras agresiones cruzadas. La conferencia de presidentes fue un paripé bien organizado, en el que el gran HoudiniSánchez consiguió bajar el tono, y recibió a cambio un tratamiento impecablemente institucional de la totalidad de los presidentes allí congregados, exceptuando a la madrileña Díaz Ayuso. Sánchez controla perfectamente el escenario, la iluminación, las cámaras y el guion de todas sus producciones, y el viernes produjo algo así como el quinto capítulo de su serie presidencial sobre las estaciones de Moncloa: una reunión más sin ningún resultado práctico –absolutamente ninguno- en la que logró mantener entretenida (y quizá hasta es posible que dividida) a su oposición, mientras evitaba tener que contestar a las preguntas incómodas sobre Cataluña, el nuevo café para todos, y quien pagará la deuda regional que quiere condonar urbi et orbi para poder sacar la de Cataluña y que sus federaciones no se la líen. Porque condonar la deuda no significa que la deuda se evapore. Significa que el Estado aumenta su deuda haciéndose cargo de la deuda regional que se condone. ¿Y quién la pagará? Nosotros y nuestros hijos.