Sobre el beneficio de los bancos
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
El enfoque de Francisco Pomares: sobre el beneficio de los bancos
El Gobierno nos vendió el impuesto extraordinario a la banca como un mecanismo para redistribuir la riqueza y frenar los beneficios excesivos de las entidades financieras. Se trataba de un impuesto progresista, de izquierdas, destinado a evitar el enriquecimiento abusivo de las entidades financieras. Eso se nos dijo. Pero los datos de 2024 confirman que la realidad ha sido muy otra: La banca ni siquiera ha notado el impacto del impuesto: los seis principales bancos del país cerraron el pasado ejercicio con unos beneficios conjuntos de cerca de 32.000 millones, casi un 22 por ciento más que en el año anterior.
El Estado también ha recaudado un 25 por ciento más en impuestos a la banca por sus beneficios, y quienes han terminado pagando esa factura –en forma de comisiones- han sido los ciudadanos que utilizan los servicios de los bancos, que –por obligación y necesidad- somos todos.
El Gobierno asegura que el tributo afecta solo a los bancos, pero eso es mentira: como era de esperar, los bancos trasladaron sus costes a los ciudadanos. Desde su aplicación, se han encarecido las comisiones por cuentas, tarjetas y transferencias, así como los costes de financiación para empresas y familias. El impuesto no ha perjudicado a los bancos, que han logrado beneficios escandalosos, ni ha supuesto alivio alguno para los ciudadanos, todo lo contrario.
Los bancos no se quejan, transfieren al Estado, vía impuesto, parte del dinero de más que cobran a sus clientes. Y se quedan con la otra parte. Mientras la Hacienda pública ve cómo su recaudación crece, los clientes asumen el sobrecoste. Nadie se queja: los bancos baten récords y el Gobierno ingresa más. Todos contentos, mientras los ciudadanos pagamos la factura.




