Sobre el debate del estado del turismo
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El enfoque de Francisco Pomares: sobre el debate del estado del turismo
Fernando Clavijo parece haberle cogido cierto gusto a amenazar al sector turístico: “O suben los salarios o les subimos los impuestos”, ha dicho. ¿Irá en serio? Parece que sí, que ha decidido plantarse. No es la primera vez que insiste en la necesidad de que las empresas del sector suban los sueldos. Años y más años en los que el turismo ha sido la gallina de los huevos de oro y de las rentas congeladas, le han llevado a redefinir el mensaje más radical del debate del estado de la cosa, poniendo su dedo acusador en la llaga: o los empleados del sector comienzan a cobrar más, o las empresas tendrán que rascarse el bolsillo pagando más impuestos. No es un farol. O no lo parece.
Veamos: Clavijo debe saber algo que los demás sólo intuimos. Quiere dejar claro que no es de recibo seguir exprimiendo al turismo, sin preguntarse a quién beneficia realmente la actividad: las cifras de visitantes baten récords, los aeropuertos canarios recuerdan la Gran Vía de Madrid en Navidad, los hoteles están a reventar… pero el camarero –quizá italiano- que sirve los mojitos, o la limpiadora –colombiana- que pasa la mopa por el hall de recepción, tienen que vivir a 50 kilómetros de sus trabajos, en un piso compartido con dos familias más. Y eso no es justo, ni lógico, ni sostenible.
“¿De verdad necesitamos crecer más?”, se preguntó ayer Clavijo. Supongo que a muchos les temblaría el pulso al llegar a ese minuto del discurso, porque hasta ahora el mantra sonaba distinto, más bien así: “más camas, más turistas, más cruceros, más beneficios…” Pero el reparto se quedó atascado en un transferde Gando. Clavijo cree que si el turismo sigue como va, dejará de ser sostenible, y puede morir de éxito. Podría perfectamente ocurrir que el turista que hoy elige Canarias para sus cinco días de vacaciones sun, sand & sex, decida buscar otros destinos. Menos masificados, porque en las islas no cabe ya un alfiler.