Opinión

Sobre los diez días que no se van a cumplir

El enfoque de Francisco Pomares

Hace sólo unos días el Tribunal Supremo emitió una orden clara: dio al Estado diez días para dar acceso al Sistema Nacional de Acogida a un millar de niños y niñas solicitantes de asilo que sobreviven en los centros saturados de Canarias. Diez días. Sin matices. Sin subcomisiones. Sin estudios previos. Diez días. Pero el Gobierno ha decidido, en un ejercicio de contorsionismo jurídico y político, que lo que procede es incluir a esos niños en el reparto autonómico de menores migrantes. Un decreto distinto, una lógica distinta, una necesidad distinta. Sira Rego, ministra de Juventud e Infancia, lo explicó con el tono cansino de quien lleva demasiadas reuniones encima y quiere irse ya a casa y enchufarse a Netflix para sufrir con ‘Adolescencia’: ha dicho la ministra que hay que “estandarizar los datos” que han enviado las regiones, que aún hay que “pedir aclaraciones”, y que luego ya se verá. Pero no hay ni plazos ni compromisos. Lo preocupante no es sólo que incumplan la instrucción judicial, es que se pasan por el refajo al Supremo y sus diez días improrrogables. Y no va a ocurrir absolutamente nada.

Pero esto no es un desliz burocrático, no es una confusión, un error involuntario en la interpretación de un ukase judicial. Es una desobediencia de facto. El Supremo ha dicho: “háganse cargo de estos menores, ustedes, Estado, porque son solicitantes de asilo y esa competencia es suya”. Y el Gobierno ha respondido con la conveniente llamada telefónica al presidente canario, la promesa de una reunión, la redacción de una nota de prensa en la que todo es “voluntad”, “coordinación” y “proceso en marcha”. Sin urgencia. Sin vergüenza. Sin obediencia a una instrucción precisa del Supremo.

Hace apenas unos meses, el mismo Gobierno clamaba indignado por la insolidaridad de las comunidades gobernadas por el PP, que se negaban a acoger a menores migrantes llegados a Canarias o Ceuta.

Y ahora, se pasa por el arco de triunfo la sentencia del Supremo, mientras la ministra promete compungida que -en algún momento, de alguna manera-, todo se arreglará. ¿Diez días? Posponer, retrasar, diluir, distraer. La política migratoria es hoy un inmenso solar lleno de informes que completar, reuniones que celebrar y derechos que negar. Diez días, decía el auto. Qué ingenuidad.