Sobre el 'Liberation Day' de Trump
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El enfoque de Francisco Pomares
Trump anunció anoche aranceles a las importaciones de medio planeta: China, México, Canadá y, por supuesto, la Unión Europea. Una guerra comercial en toda regla con todo el mundo, envuelta en la bandera de la libertad. Como si lanzar una batería de misiles arancelarios fuese el equivalente económico a derribar el Muro de Berlín. Pero esto no es liberación. Es sustitución del sentido común por el populismo. La libertad económica no se construye levantando muros fiscales, sino derribándolos. El libre comercio, ese concepto que tanto chirriaba a los autócratas del siglo XX y molesta ahora a los demagogos del XXI, no es una amenaza, sino una de las formas más civilizadas de relación entre naciones. No requiere tanques, ni misiles, ni disuasión nuclear, ni tratados secretos. Solo una premisa bien sencilla: cada región produce lo que mejor sabe hacer, lo intercambia con otros, todos ganan, y la paz y la prosperidad se cuelan, sin aspavientos, por las rendijas del mercado. La globalización no es una panacea, implica problemas, disfunciones, injusticias y retrocesos. Pero la globalización ha traído más prosperidad al común de este planeta que todos los discursos del nacionalismo proteccionista. Y décadas de paz entre las naciones.
Pero Trump no quiere paz. Lo que el precisa para mantener su tinglado MAGA es manufactura patriótica, acero americano, grano propio y enemigos a los que culpar de todo lo que no funcione en casa. Y ha elegido ya al mejor enemigo posible: Europa: débil, cobarde, burocrática, y -¡pecado mortal!- con superávit comercial.
Las consecuencias de su cruzada arancelaria no se harán esperar: Las exportaciones europeas a EEUU se desplomarán, habrá fábricas que cerrarán y otras que recortarán turnos. La industria europea volverá a la casilla de salida de una crisis que apenas comenzaba a superar. La Comisión promete un “plan sólido” y “contramedidas firmes”. Ya sabemos cómo suele acabar eso: comunicados solemnes, respuestas medidas y titubeantes, y alguna reunión de urgencia en Bruselas con café malo. Von der Leyen asegura que Europa está lista para el rearme de su industria. Mientras llega, nuestras fábricas se irán apagando al ritmo de cada tuit presidencial.




