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Sobre la conspiración de Román

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El enfoque de Francisco Pomares

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Sólo después de que los suyos comenzaran a apretarle en serio, Román Rodríguez anunció a bombo y platillo que Nueva Canarias celebraría su congreso el próximo mes de junio. Luego lo retrasó a septiembre. ¿La excusa? Que no hay locales disponibles. Gran Canaria entera, al parecer, secuestrada por los turistas. Ni un albergue chiquito, ni una residencia de ancianos, ni un taxi libre para reunir a los cuatro que quedan. Nadie que preste una mesa camilla para celebrar el congreso. O una barra de bar de carretera. Siempre que Román no encuentre otra excusa aún más creativa para no explicar a los que quedan por qué no lo deja, después de perder incluso su escaño. Pero lo mejor de todo es su último hallazgo retórico: no hay crisis interna. No hay desgaste. No hay hartazgo. Lo dice con el estilo impecable de un telepredicador: lo que hay es —lisa y llanamente— una conspiración para acabar con el nacionalismo de izquierdas. Una perversa operación urdida secreta y aviesamente por Fernando Clavijo y Teo Sosa.

Para llegar a tal conclusión hay que padecer mesianismo incontrolado. O quizá creer que la política consiste en que los rivales te aplaudan cada ocurrencia que tengas, en vez de intentar desplazarte para ocupar tu sitio en el poder. La política va de eso, señor Rodríguez: de sustituir al que estorba. La política es (también) el quítate tú pa' ponerme yo. Sin necesidad de que nadie fragüe conspiraciones. Lo que debería hacer Román es lo que los políticos con dignidad y sensatez suelen hacer cuando fracasan estrepitosamente en las urnas: irse, dejarlo, renunciar. Marcharse recogiendo el aplauso cortés y la indemnización correspondiente.

Lo que ocurre alrededor de Román no es una conspiración: es hartura. Hastío de un liderazgo que ya no suma. Porque a Román —ese anciano telepredicador nada venerable— ya no le cree ni le vota nadie.

Si hay una mano negra contra Román, no es la de Clavijo, ni la de Sosa. Tampoco la de algún traidor de opereta.

La única mano que conspira contra Román es la del tiempo.

Y es inexorable. Siempre se sale con la suya. Jamás pierde.

 

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